Chau ¡maestro!

A los 73 años de edad se fue Andrés Cascioli, el mítico dibujante y editor de la Revista HUMOR (entre otras).


Horacio Lapunzina realizó para nuestra revista el reportaje que a continuación transcribimos y que fuera publicado en la edición del mes de mayo de 2009.

La fotografía es una gentileza de Pablo Merlo.




Andrés Cascioli: “Entrar a la Redacción era como estar en un lugar climatizado”

En 1978 se publicaba, con el rostro de Menotti en una genial caricatura, una revista que quedaría en la memoria colectiva de un país dolido por aquel entonces: Humor Registrado. De entrada, la cosa venía distinta a lo que se respiraba en la época: un estilo irreverente, un staff con lo mejor de la intelectualidad progresista del momento –donde se mezclaban, en armonía, peronistas, radicales y hasta liberales– y unos soberbios dibujantes de quienes se tenía algunos rastros como el caso de Grondona White o Tabaré, más otros desconocidos que nos sorprenderían número a número. Con el correr del tiempo Humor fue, cada dos semanas, risa, genialidad, pensamiento, cobijo, distracción.
“Éramos unos inconscientes”, dice Andrés Cascioli, su director editorial por aquellos años, sentado en un bar de Paraná tomando una cerveza helada. Mientras bebe, se explica mejor:
“En 1972 yo era publicitario y con Oscar Blotta lanzamos Satiricón, que la cerró esa señora que debiera estar presa y todavía anda suelta: Isabel Martínez de Perón. Entonces nos largamos a pensar una revista de humor en serio –valga la paradoja– que en ese momento no había.”
––Y no podías pensar en el apoyo de medios ya conocidos.
––No claro, porque medios como Clarín y La Nación estaban apoyando a los militares. Las revistas de la editorial Atlántida estaban a favor de la dictadura. Terminaron con Panorama, que dirigió Tomás Eloy Martínez y otras de esa época. Si yo no era el dueño de la publicación, era imposible.
––Del rubro humor no había casi nada o se consideraba una cosa más pasatista.
––Claro, estaba por ahí Landrú que copiaba a las revistas españolas como la Codorniz, algo muy localista o Patoruzú. Nosotros éramos diseñadores, publicistas y admiradores de tipos talentosos que no publicaban, como Grondona White.
Cascioli explica que mucha de la gente que luego hizo pie y fama en Humor estaba desparramada, sin oportunidad de publicar o directamente haciendo otra cosa. Fue el caso de Ceo, uno de los grandes que dibujaba “La Clínica del Doctor Cureta” con guión de Meiji.
“Ceo dibujaba de otro modo. Y un día, viendo a un tal Charly Rodríguez –un total desconocido– le sugerimos que buscara por ahí su estilo. Recuerdo cuando apareció el Allien, en versión suya. Fue desopilante y estuve varios días riéndome, con ese parto del monstruo arriba de un colectivo urbano en Buenos Aires, una total genialidad.”
––¿Y se daban las ideas de modo natural o ustedes los directores marcaban los temas?
–– La Redacción era como un lugar climatizado, como si afuera hiciera 40 grados pero adentro estábamos a 20. Nos juntábamos a hacer un asado y los temas surgían ahí. Por ejemplo, decíamos hacer lo de Miss Daysi porque estaba recién estrenada la película. Y entonces lo más parecido a una vieja chismosa y a un negro turco eran Menem y Neustadt. Cosas así, de actualidad, con nuestra mirada. Por supuesto, había otro tipo de material más atemporal como el de Dolina. Y no te olvides que era una revista que la mantenía el lector, no tenía apoyo publicitario porque era mucho riesgo.
––¿Cómo los presionaban?
––Con llamados anónimos, amenaza de bomba o estaban afuera vigilando. Sin embargo, fijate vos, esa no fue la peor época, si se mira bien. Menem nos hizo treinta y cinco juicios por calumnias e injurias. Cada denuncia era una visita de la AFIP que nos multaba por cualquier cosa y se creó una deuda imposible de pagar.
––Quiere decir que la democracia tiene otros artilugios para reprimir.
––Fue esa década infame, la del 90. A su vez, en el 75 ya empezaron los problemas con la Triple A, y no te olvides que Isabel había cerrado Satiricón. Nosotros fuimos récord de venta en los 80, y Caras en los 90. Eso te da una idea. Mostraban a los reporteados como dueños de coches maravillosos, aunque no los tuvieran o los llevaban a una casa fantástica en la isla esa donde les sacaban fotos. Crearon la sensación de que vivíamos en el primer mundo y lo lograron.
Como dato anecdótico, Cascioli cuenta que María Julia Alasogaray se declaró insolvente al perder un jucio contra Humor. Los honorarios de los abogados los pagó la revista de Cascioli.
“Fue así. Con Cavallo al frente, el gran estatizador de la deuda externa privada”.
––¿En los 80 fue otra cosa?
––Sí, pero con la pequeña desgracia –para nosotros– de que mucha gente del staff se sumó al gobierno de Alfonsín. Entonces ya fue distinto. El punto vulnerable que habíamos encontrado en los milicos con la propaganda del Mundial y toda esa mentira ya se había corrido y teníamos que hacer humor desde otro lugar.
––En cierto modo, también había una revista más allá de la coyuntura política, había un material artístico impecable. Y eso les permitió seguir.
—Bueno, eso me resulta muy halagador, y creo humildemente que es cierto porque en este país todavía no han sido reconocidos el ilustrador y el gráfico como se merecen. Los caricaturistas, el arte gráfico en general nos ha dado fama en todo el planeta. Allí están nuestros nombres: desde Lino Palacios a Nine, desde Oesterheld a Breccia, gente que es admirada en todo el mundo y que hicieron escuela. No te olvides que nosotros con todos ellos pudimos reflotar la revista El Péndulo, cuya fama llegó a Inglaterra.
En efecto, El péndulo fue otra de las aventuras de Cascioli, un manual de lo mejor de la ciencia ficción, que luego sería continuada por Fierro.
—¿Y actualmente, quién es Andrés Cascioli?
—Hoy estoy recuperando al dibujante, porque yo me hice un famoso editor sin serlo. Ahora me dedico a hacer una revista educativa. Tengo un estudio y hacemos algunas cosas. Con el Fondo Nacional de las Artes hicimos un libro que se llama La Argentina que ríe, que recupera los humoristas de los 40 y los 50. Y queremos agregar los del 20 y el 30, también fenomenales. La verdad es que parece mentira que en este país no haya un museo de la gráfica, cuando los dibujantes me parecen más importantes que los plásticos. España vivió muchos años de Fierro, porque acá compraban importados a precio de ganga los mismos dibujos argentinos. Eso fue el menemismo. Pero claro, con todo esto que me pasó como editor se resintió el dibujante. Estamos trabajando para conseguir un lugar donde podamos mostrar a todos nuestros dibujantes. El Palais de Glace se abre algunas veces para la gráfica, yo hice una muestra y Grillo también. A la mía fueron treinta mil personas, lo que da una idea de que los ilustradores tienen convocatoria.
—Revistas de humor, ¿por ahora no?
—No, porque el menemismo se encargó además de aniquilar a los lectores. Barcelona vende doce mil o quince mil ejemplares, muy poco. Entonces es hora de hacer por otro lado.
Su sonrisa lo dice todo: seguir por otros carriles, pero seguir. La historia ya le hizo un lugar en la memoria. Gracias a Humor hubo algunas oportunidades.

Horacio Lapunzina

Comentarios

Elena dijo…
Hasta siempre¡ Su sonrisa continuará optimizando mi memoria.-