[Los cuentos de la arena] - "La alquimista", por Diego Bonzi

Se levantó por la mañana con el delineador corrido hasta la rodilla, las pestañas postizas se las había tragado en sueños, y la peluca la usaba de almohadón. Pero aun así semidormida no se olvidaba de su educación monetaria y de política exterior, esa educación que caracteriza a cada dragqueen latina, así que revisó su monedero virtual para ver si ya habían transferido el bitcoin a su cuenta por el show de la noche anterior mientras delicadamente rebana una porción de papaya que lleva a su boca ansiosa.
Ella sabe que el neoliberalismo acumulativo arde en llamas en Europa y desde aquí vemos como si festejaran con fuegos artificiales.

Lentamente entra a una tienda online china y compra todos los maquillajes baratos que pueda con ese bitcoin, sin prisa hace la rendición de cuentas y el libro diario para revisar su patrimonio neto y así quedarse más tranquila, la incertidumbre la mata. Así de rutinaria es la vida de una dragqueen economista acá en el cono sur.
La siguiente noche como siempre experimenta con sus cosméticos la alta alquimia; pone tonos de labial uno sobre otro, los cataliza con un pegajoso brillo glitter, los vuelve homogéneos con el movimiento de rose entre sus labios e inesperadamente esa noche sucede lo tan ansiado: esos metales pesados que contienen los labiales nipones, el suave contacto de sus labios y la temperatura exacta de su aliento convierten su boca en oro. Desesperada por su descubrimiento enloquece de placer, obstruidas ya todas las rutas de su organismo por el embotellamiento de tránsito de los neurotransmisores de la avaricia, se pasa por todo el cuerpo el ungüento de cosméticos baratos, se revuelca en el piso lista para girar como una desquiciada montada en plataformas de 50 cm rotando en sentido horario 360 grados hacia norte justo en paralelismo sobre el trópico de capricornio en posición fetal, semidesnuda, en lo más pleno del éxtasis le rebalsa la caja chica, se le descuella la cuenta de ahorro, se le descose el sobre cartera.
Lentamente se petrifica y queda perpetuada -por siempre- en un monolito de oro que representa todo su gozo, su algarabía eterna.

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Diego Bonzi - artista visual, oral, amateur. Amante de la transmutación y de poner el deseo a bailar en tanga y sin depilar sobre el plano de la disidencia sexual, nacido a fines de los 80, milenial, obsesionado con posicionarse en la vanguardia de la lucha por la destrucción del concepto de género, una guerra épica con muchos efectos especiales.

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