Las telarañas

Las telarañas

Las telarañas que pasan volando sobre el mono pueden venir de cualquier lugar.
La antena del canal de televisión local anida muchas arañas todo el año,
la gran mayoría deben salir de allí. Pero también en los palos de luz, en las rejas.
Sin descanso, las telarañas pasan volando, como si fueran cabellos llevados
por el viento. Cabellos etéreos, de esos largos que suelen encontrarse al barrer
o sacudiendo las sábanas. En mi silleta, el sol es cariñoso, dejo de leer el libro
que tengo entre mis manos y miro las telarañas jugar en el aire. Me sorprendo
silenciosamente, sin mover un músculo. Sonrío, porque nadie está viendo las
telarañas sobre sus cabezas, a una distancia incalculable. Las miro, pueden ser
las secreciones de los ángeles o trampas rotas para capturar bichitos.
Las arañas se sorprenderían si al mirar hacia arriba vieran pasar chapas,
ladrillos, ojos, cabellos. Ojalá pueda pasar volando por el frente de tu casa,
mirar el techo de tu habitación y novelarte dentro.
Cuando veo gente entrar a sus casas los domingos, pienso en mi infancia.
Es automático, todos los marcos de las puertas, los adornos, las ventanas,
tienen un rasgo que viví de niño. Los domingos son los días más infantiles
que hay. Allí, en esos días, se buscan las miradas, el arrope, pero también
se siente lo perdido, la soledad, la pereza.
Pasan y pasan las telarañas, llevando mensajes a quién sabe dónde, terminando
quién sabe cómo. Peinas tu pelo frente al espejo para poder dejarlo
simétricamente liso.
Ni un rebelde, todos caen ante la tiranía de tu cepillo. Brush, brush, brush:
con esta resaca que cargo, ese sonido destruye mis tímpanos desde acá. Desde
el otro lado de la ciudad.
Leo mi libro, donde las telarañas no pasan volando, sino que llueve, el ambiente
está húmedo. “Spiders in my head, spiders in my mind”. Los chicos indies
saben más de arañas que de cómo aburrirse. Se puede pensar en las aguas
donde me miré, donde me reflejé, cuando las telarañas vuelan.
Cierro la silleta, junto mi libro, miro la antena y me vuelvo hacia adentro. El sol
ha dejado de calentar tanto. Las casas con patio están al lado o en otro
lugar.
Con la oscuridad
tanto no se puede ver
las telarañas volar.


Por Imanol Hammurabi Rodriguez Mac Lean

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