Las docientas





Barriletes: 200 ediciones de un espacio en la ciudad


Por Juan Manuel Giménez


Los recuerdos y las expectativas que entran 

en la configuración de la vivencia del presente

confieren un volumen al tiempo, una anchura,

una profundidad y una extensión

Rüdiger Safranski 




Tomar la palabra es siempre un momento delicado y extraño, mucho más cuando de lo que se trata es de expresar un tiempo transcurrido, la propia vida, porque fundamentalmente somos tiempo. En ese momento lidiamos con la asignación de un sentido que se juega en la palabra propia. Escribir en la memoria.

Lo primero que se me ocurre decir es que me siento afortunado de formar parte de la historia de Barriletes y agradezco la ocasión ofrecida para hacer la experiencia de esta escritura.

A fines de una década indolente, la década de los ´90, y principios del presente siglo se produce en nuestras comarcas la emergencia de espacios colectivos frente a la retirada impiadosa del Estado gobernado por una dirigencia de mentalidad liberal. Barriletes surge como revista de calle configurando un espacio de encuentro ante las rajaduras del tejido social que en aquella época, convertían en harapos a nuestra sociedad. Este espacio me convocaba -creía yo- desde una inquietud que me habitaba por aquel tiempo bajo la forma de una indagación por la vivencia de la temporalidad en sectores juveniles cuando los horizontes de expectativas se diluyen.

Aquí, en la Asociación Civil Barriletes, tomó forma el proyecto Río de voces Construcción y fortalecimiento de un espacio de expresión sociocultural de jóvenes de sectores populares. Iniciativa que en el año 2003 ganó el premio Mercociudades de Cultura de la Red de Mercociudades y pudo desarrollarse durante varios años. Este fue el espacio de experiencia que tuve la alegría de atravesar colectivamente con todas las compañeras y compañeros barrileteros y muchos niños, niñas y jóvenes de nuestra ciudad.

Las 200 ediciones que hoy se festejan son la punta de un iceberg que tiene muchas experiencias como estas en su base, nutritivas para la comunidad que habitamos juntos. Hoy comprendo que lo que me convocaba a habitar el espacio Barriletes era una necesidad mucho más honda que una preocupación investigativa. Allí encontraban cabida la necesidad y el deseo de un lugar de encuentro en mi ciudad en donde se puedan idear y realizar modos de trabajos que incentiven a la participación ciudadana y a la movilización cultural, donde niños y jóvenes de sectores populares se reúnan en y para la expresión pública de su voz y su mirada tanto respecto de la realidad sociocultural, que constituye sus condiciones de existencia como de las posibilidades de transformación cuando dichas condiciones son excluyentes.

Este lugar de encuentro, vitalizó y dio sentido profesional a un momento importante de mi propia vida y sin dudas es una referencia activadora y vivificante de la cultura, comunicación y educación de nuestra ciudad.



Hoy otra vez vivimos tiempos políticos en los que el gerenciamiento del Estado administra para la concentración y enriquecimiento de unos pocos y un candidato –ex ministro de educación- en campaña de las últimas elecciones puede vanagloriarse diciendo que… “el camino que hemos emprendido tiene un pibe más preso todos los días”.

Entonces, frente a este recurrente desatino histórico, celebrar la constancia, el trabajo, la continuidad, la alegría del espacio Barriletes es condición de posibilidad no solo de resistir y contribuir al no deshilachamiento del tejido social, sino de revertir nuevamente esta situación de nuestro pueblo y de los jóvenes que ven diluir sus horizontes de expectativas.

Multiplicar estos espacios es la tarea en tiempos nuevamente de destitución de lo público y de avanzada de fuerzas represivas. Seguir remontando oportunidades como modo de generar un tiempo otro es la convocatoria de este espacio tan necesario en nuestra ciudad.



  

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