Historias de lucha

¿Adónde están? Martín Basualdo y Héctor Gómez, a 25 años de su desaparición forzada

Por Juan Casís

Sus ojos parecen cansados de tanto preguntar, callados, sin encontrar respuestas. Una búsqueda que ya tiene 25 años de portazos en la cara, desde aquel 16 de junio de 1994 durante el cual se negaron a tomar la denuncia en la célebre comisaría del barrio La Floresta de Paraná: “Es muy pronto para denunciar. Su hijo y el otro pibe deben andar de novios por ahí...”

Ph. La Poderosa

Isabel Vergara nació en el Paraje El Ramblón, a unos 60 km. de Paraná, cerca de Viale. Parte de una familia de cinco mujeres y un varón, hasta que su joven madre enviuda y vuelve a dar a luz a dos mujeres más con su nueva pareja. Tiempos de apechugar sin descanso para parar la olla, recuerda Isabel: “Yo tenía doce años y ella lavaba ropa ajena, a veces hasta de noche, para tener un peso para alimentarnos. A esa edad comencé yo también a trabajar”.

Como niña que era, ella prefería jugar, pero había que ayudar a la madre y atender también a los más chicos de la familia. “Mi mamá hizo de todo para darnos de comer. Comíamos harina de maíz y, a veces, aunque muchos se ríen cuando se los cuento, nos daba leche con batata. Había campos sembrados con batata y entonces los dueños nos daban las batatillas que luego ella hervía, les sacaba la cáscara y nos las daba con una taza de leche. Era un alimento y era muy llenador. También cuando había harina, hacía pan casero o mermelada de calabaza”.

Isabel llega a Radio Barriletes para la entrevista, aún conmovida por una pintada partidaria que tapó el mural que recuerda a Martín Basualdo y Héctor Gómez en las paredes de Sportivo Urquiza. Es un mural imaginado y llevado a cabo junto con los gurises del barrio, portador de un enorme simbolismo de memoria y denuncia. El día anterior le avisaron que lo habían tapado y ella inmediatamente hizo conocer su dolor y enojo en las redes sociales. Idas y vueltas, explicaciones, disculpas. La pintada partidaria finalmente fue blanqueada y está el ofrecimiento de ayudar a recuperar el mural.


Muy jovencita, promediando su adolescencia, se viene a Paraná a trabajar en casas de familia. Primero, en la casa de una maestra que vivía en el Barrio San Martín, frente al hipódromo de Paraná. Luego con la familia Galizzi ⎼dueños de la fábrica de aceite en Bajada Grande⎼, que luego fallecen y de quienes Isabel guarda un recuerdo agradecido.

Al momento de conocer a su marido, seguía trabajando y sus empleadores le permitían las visitas de novios: “Luego conocí a mi marido, nos comprometimos después de tres años de novios y luego nos casamos. Tuvimos cinco varones y una mujer. Martín fue el tercero, nació un 5 de noviembre de 1974”.

Hablándole al micrófono, como si nada más existiera, Isabel no duda cuando habla de su hijo. “Era muy buen alumno, nunca repitió de grado porque aunque parecía que estudiaba poco, era muy inteligente. Luego mi marido queda sin trabajo y entonces tuvimos que buscar una escuela que tuviera comedor; así encontramos la Escuela Hogar que me recibió a los tres más chicos, Martín, Marcelo y Sergio. Después la nena, María Eliana, quedó en la escuela de La Floresta y Gabriel fue a la Rivadavia, tenía problemas de aprendizaje y allí había un grado especial. Ahí ya vivíamos en La Floresta, a media cuadra de Sportivo Urquiza. Mi marido había estado en la Policía pero se quedó sin trabajo porque veía cosas que no le gustaban, como que golpeaban a los detenidos. Habrá sido en el año 1967 más o menos, pero luego entró en la Municipalidad, de abajo, por día, luego por quincena, y se queda sin trabajo por aplicación de una ley que no recuerdo ahora”.

La Escuela Hogar fue un cálido refugio para la familia Basualdo, con sus talleres, su enorme cocina, sus patios y salones. Allí Martín terminó la primaria y aprendió taller de herrería. Cuando fue más grande, él se encargaba de llevar a los hermanos. “A Martín siempre le gustó el fútbol. De chico jugó para ATM, de los municipales, y cuando fue adolescente entró en Sportivo Urquiza, siempre de arquero. Incluso le dieron varios premios por el arco menos vencido que no sé dónde habrán quedado... tal vez en ATM. Una vez se cayó siendo arquero y se quebró la clavícula y tuvo que dejar. También le gustaba el boxeo, pero no siguió porque nosotros no firmamos para que él lo haga, aunque muchos nos decían que era muy bueno para eso”.

La relación entre los adolescentes y jóvenes de los barrios periféricos al centro y la policía fue, es y será complicada. La mayor cantidad de abusos policiales le ocurren a estos gurises que arrastran junto a su pobreza de recursos económicos, la marca del color de su piel y su vestimenta, prejuicios sociales que los convierte automáticamente en delincuentes. Los patrulleros los tienen identificados, los paran una y otra vez, son detenidos sin importar qué están haciendo o qué tienen que hacer. Muchos de ellos han perdido su trabajo por no poder llegar a tiempo culpa de algún retén legal o ilegal.

Hay casos como el muy conocido de Luciano Arruga, a quien querían obligar a delinquir en favor de la policía y al negarse pagó con la vida. Según CORREPI (Coordinadora contra la represión policial e institucional), organización política que trabaja desde los derechos humanos en pos de erradicar la represión policial contra el pueblo, una de las vertientes que utiliza el Estado para aplicar sus políticas represivas, es aquella “cuyo objetivo es aplicar el control social a los sectores objetivamente interesados en cambiar el injusto estado de las cosas, y que por lo tanto se descarga de manera indiscriminada sobre los más pobres y en particular los más jóvenes, que son así disciplinados en el respeto al orden y la autoridad. Son sus herramientas más frecuentes el gatillo fácil, las torturas y las detenciones arbitrarias, acompañadas por el sobreseimiento fácil judicial”.

La situación en el Barrio La Floresta, no difiere en mucho de lo expresado por la organización antirepresiva. Martín Basualdo, Héctor Gómez y sus amigos del barrio tenían una vida normal, colaboraban mucho en el club, no hacían mal a nadie. “Pero la policía muchas veces los buscaba ⎼cuenta Isabel⎼ los tenía como que eran revoltosos. Tanto antes como ahora, la Policía como que les busca la reacción del pibe y a Martín no le gustaba que lo lleven por delante”.
Martín tenía amigos, pero nunca faltaba a la casa a dormir. Ese 14 de junio de 1994 salieron con Héctor Gómez por la mañana. No volvieron a la tarde, no volvieron a la noche. Afligida y preocupada, su madre se dirige al domicilio de Héctor y habla con su papá, quien no termina de creer que algo extraño estuviera ocurriendo. “Deben andar por ahí”, le dice, pero Isabel sabe que no porque su hijo siempre pernocta en su casa.

En la fatídica comisaría 5ta de La Floresta no le tomaron la denuncia, “seguramente anda de novio por ahí, doña”. Se dirige a tribunales y de allí nuevamente a la Comisaría. Le insisten en que había que esperar cuarenta y ocho horas para comenzar una búsqueda, pero ella sabe que las primeras horas son esenciales. Martín y Héctor habían desaparecido el jueves y recién el sábado logró que en la Departamental Paraná un policía la escuche y acepte tomarle la denuncia.

Fue el inicio de un torturante peregrinar por comisarías, despachos judiciales, reclamos públicos y privados. El susurro afirmaba que había sido la policía. Ellos jamás aparecieron.

La desaparición de Martín cayó como una bomba en toda la familia. Afectó a todos, a sus hermanos, a su papá también que nunca pudo reponerse. Isabel Basualdo tuvo que hacerse fuerte para no cejar en su búsqueda que hasta hoy continúa.

En el mes en que se cumplen ya 25 años de estas desapariciones, Isabel reclama.
“Hoy mi única esperanza es saber dónde están Martín y Héctor Gómez. Una vez apareció un policía que había hablado con un periodista, que sabía lo que había pasado aunque él no estuvo en el tema pero se había enterado. El periodista lo grabó. Ahí dijo que a los chicos los habían ‘levantado’ el día 16 y que el 17 los habían matado. Imaginen lo que sentí yo. Él dijo que un día pasaba por el lugar donde estábamos haciendo una pintada por la búsqueda de Martín y Héctor, y dice que le dio no sé qué porque él también tiene nietos y por eso quería hablar. Pero una vez que lo llamaron a declarar dijo que no recordaba nada, que él no había dicho nada. La causa sigue igual hoy en día”.


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