Arte y adversidad

-Revista Barriletes abril 2016 -
Arte en contexto de adversidad
Crónica de las Inundaciones en Concordia
Por Luz Omar
En Diciembre de 2015 viajé a Concordia para pasar el año nuevo junto a mis seres queridos. Al tanto del estado de emergencia que se estaba viviendo allí por causa de la inundación resultaba difícil regresar de la misma manera. Convicciones sostenidas en la ciudad de Paraná a través de la biblioteca comunitaria de la Asociación Civil Barriletes me demandaban un posicionamiento diferente. Volver a casa a celebrar las fiestas tomaría por eso otro sentido.
Llegué el domingo 27 de diciembre, cuando el río ya no superaba la altura máxima alcanzada de 15,86 mts. Habían pasado cuatro días de las horas de mayor incertidumbre: el 23 hubo una crecida repentina de alrededor de dos metros en medio día que amenazó, incluso, la Defensa Sur, terraplén con un sistema de bombas que protege un sector de la ciudad donde viven más de 15.000 personas. El 22, con el río en 13,30 mts. y más de 200 familias evacuadas, había sido declarado el Estado de Emergencia Hídrica, Social, Vial y Sanitaria. El pronóstico era alarmante si atendemos a las palabras del intendente de la ciudad E. T. Cresto en una entrevista telefónica la tarde del 23 (Canal 9): “…el río está 15,30 aproximadamente. Mañana va a tender a llegar a los 16 mts., estamos arriba de las 10.000 personas evacuadas y mañana seguramente vamos a llegar cerca de las 20.000 personas.” Con camiones provistos por Defensa Civil tanto personal institucional como ciudadanos de a pie garantizaron el traslado de los afectados y de parte de sus bienes. Al poco tiempo se percibió un feliz exceso de participación ciudadana frente a “la angustia del agua”. Se habilitaron escuelas y otros espacios (alrededor de 60) para refugiar a las familias. El contacto con una porción no representativa de los Centros de Evacuados me permite afirmar que sus condiciones eran muy disímiles: algunas familias tenían la suerte de estar distribuidas por aulas, otras por tabiques de plástico comunicados por pasillos en salones con ventilación escasa. El tiempo que duró esta crecida evitó que se profundizaran los conflictos de convivencia y las condiciones de insalubridad.
Casi no se escucharon cohetes” me dijo mamá por teléfono cuando le pregunté cómo habían pasado la Navidad. Se hizo sentir el estado de pérdida y de impotencia silenciosa frente a la violencia del río. El 24 un amigo me decía por mail: “quizás una imagen de anoche, tarde, en calle Bolivia y Buenos Aires, nosotros terminando de vaciar una casa, un hombre bien mayor sobre la calle mirando congelado el río... De seguro también sus ojos vieron la enorme crecida del 59 y tantas otras, menores, yo sentí que le estaba pidiendo algo al agua, estaba hablando con el río, intentando entenderlo...” Esta escena, la de alguien que mira a un hombre mirando el río, muestra cómo las circunstancias de la ciudad conjugaron necesidades distintas: la de los más de 10.000 concordienses directamente afectados y la de aquellos que quisieron acompañar con sus cuerpos y saberes: “Ya para el 24 por momentos había cientos de personas afuera de defensa civil esperando para subir a los camiones… cuando vimos que eso estaba garantizado y el río ya no crecía empezamos a ver otras cuestiones en las que se pudiera aportar” me cuenta un sociólogo, dedicado entonces a relevar familias auto-evacuadas para garantizar su inclusión en el circuito de distribución de módulos alimentarios y donaciones. El exceso de solidaridad permitió entonces un redireccionamiento del trabajo participativo ciudadano, gesto que se repite en la serie de historias mínimas que reúne esta nota. Pero mejor me corro un rato del relato testimonial para adoptar una mirada más comprensiva y menos cómoda.
Inundaciones en la Cuenca del Plata. Lo político, lo económico y lo natural (1)
Concordia sufre especialmente las crecientes del río Uruguay, por recibir directamente el caudal de agua del embalse que regula la central hidroeléctrica Salto Grande. Un sector de la ciudad -Costanera, hogares, clubes, comercios- está ubicado en áreas inundables, por debajo de la costa 14. Esto hace que exista una zona de riesgo frecuente, si bien esta última creciente alcanzó niveles inusuales. A la par, también fueron afectadas otras ciudades de la Argentina ubicadas sobre los ríos Paraná y Paraguay: sobre todo en las provincias de Santa Fe, Formosa, Corrientes y Chaco. Los tres ríos mencionados pertenecen a la Cuenca del Plata, un conjunto fluvial que atraviesa territorios de cinco países latinoamericanos: Bolivia, Brasil, Paraguay, Argentina y Uruguay.
El comportamiento de la Cuenca del Plata parece indicar que existe un régimen climático en virtud del cual cada 10 o 12 años aumenta el caudal de los ríos que la integran. Este régimen ha sido agravado por un modelo productivo que disminuyó gravemente la extensión de los bosques del Alto Paraná y afecta el sistema de humedales, masa vegetal que absorbe naturalmente el agua de las precipitaciones en el norte de la Cuenca. Algunas organizaciones de la región (Guardianes del Iberá - Fundación Vida Silvestre) vienen advirtiendo sobre el desmonte desregulado tanto para la forestación de pinos como para el cultivo de soja y arroz. Nos hallamos en una situación que conjuga responsabilidades políticas, intereses económicos y mucha desinformación de parte de los ciudadanos. J. Castro, querellante en la causa por las inundaciones de 2003 en Santa Fe e integrante del MEDH, afirma: “el cambio climático ya se instaló, no hay discusión, pero tenemos que profundizar en las causas económicas, sociales, políticas y culturales sobre las cuales se construyó una matriz de impunidad en la Argentina. Ningún gobernante ha sido ni será juzgado por las actuales justicias provinciales o nacionales… todos son culpables de un modelo productivo que está produciendo estos desastres.” La conexión entre el agravamiento de los desastres naturales y determinadas decisiones políticas y económicas se traduce a cuestiones concretas como planificar, realizar y finalizar obras de infraestructura, dar cumplimiento a marcos legales que regulen la deforestación, elaborar protocolos de acción frente a futuras situaciones de emergencia.
Desde una mirada global, Saskia Sassen respalda esta perspectiva cuando advierte que la explotación de recursos naturales es una de las variadas formas de expulsión del capitalismo contemporáneo: “En el caso de los países del Hemisferio Sur, hay lo que llamamos acaparamiento de tierras. Cuando un país quiere plantar palmas y compra dos millones de hectáreas en África o Brasil, eso expulsa fauna, flora, aldeanos, pequeños productores rurales, manufactura rural. Entonces migran a las ciudades, pero eso no es migración, es expulsión. Así alimentan favelas, periferias, villas miseria.” Por eso no se debería reducir a una mera cuestión ambiental el reclamo de acuerdos entre los países afectados para proteger los recursos naturales. Y tampoco cuestionar sus modos de utilización con fines productivos sólo cuando están en manos de capitales extranjeros.
Si esta lectura es certera, hay muchos modos de generar marcos de previsión ante las crecientes de los ríos de la Cuenca del Plata. En este sentido, la catástrofe ocurrida en 2003 en Santa Fe, que produjo ¿cuántas víctimas? ¿23 o 148? ¿cuántos evacuados? ¿62.000 o 130.000? Resulta un símbolo del carácter criminal que pueden llegar a adoptar las acciones de los responsables políticos antes, durante y después de una inundación. Inaugurar obras incompletas, prometer otras jamás realizadas y reconocer (o no) la cifra de víctimas fatales también son modos de acción. Y en el caso de Santa Fe, desde el ya célebre “a mí nadie me avisó” de Reutemann podemos remontarnos 40 años atrás hasta llegar al film Los inundados (Fernando Birri), donde las denuncias puestas ahí, sin filtro, aún están vigentes. Al mismo tiempo el material producido por agrupaciones estudiantiles de la Universidad Nacional del Litoral (A mí nadie me avisó, 2013), en las Jornadas realizadas junto a víctimas y querellantes en la causa a nueve años de la catástrofe, es un símbolo del modo artesanal y crítico de denuncia para materializar memorias, “subvertir el silencio oficial” y visibilizar una causa que aún no ha sido resuelta por la justicia. Allí encontramos actores sociales que desde sus saberes sostuvieron modos oblicuos de intervención: el registro de relatos en torno a lo ocurrido, la documentación audiovisual, el análisis de los modos de construir discurso de parte de los medios de comunicación locales.
Desde este horizonte buscamos leer lo acontecido en la inundación de Concordia 2015. En los años que pasaron, debido a un crecimiento económico apuntalado, entre otras políticas, por las retenciones a la exportación agrícola, se pudieron sembrar, además de soja, posibilidades sociales y culturales con vistas a rearmar un país que en 2001 estaba fracturado. Una política de distribución de la riqueza comenzó a garantizar la extensión de derechos a sectores que se hallaban completamente excluidos. Actualmente se dibuja otra realidad política con la llegada de Cambiemos a la presidencia, hecho que desde muchas organizaciones sociales no se puede dejar de leer al menos como disruptivo para un camino orientado a alcanzar inclusión social. La conformación del colectivo artístico y educativo que actuó durante la inundación en Concordia “con vocación organizada y responsabilizada” emerge de este caldo de cultivo político, económico y natural.

El arte como proceso transformador
Hubo una respuesta inmediata de diversas personas del arte, la educación y la salud a la convocatoria realizada, a través de las redes sociales, por el musicoterapeuta Julián Presas, para encontrarse la tarde de 24 de diciembre en la Plaza central de Concordia. Bajo el nombre de “Arte en Contexto de Adversidad” convocaba allí a personas “que vean al arte como un proceso fundamental de intervención en situaciones de transformación”, propuesta que tenía como antecedente la coordinación de un trabajo similar en 2009, en Chile, durante la catástrofe causada por el terremoto.
La intervención en Concordia tuvo como marco institucional el Centro de Actividades Juveniles (CAJ) de la Escuela N° 37 Ernesto “Che” Guevara, se articuló con salud por la labor de J. Presas en el área de Salud Mental del Hospital Felipe Heras y con la Dirección Departamental de Escuelas de Concordia (a través de Silvana Elgart) para poseer autorización estatal al momento de ingresar a los centros. Esto permitió que hubiera un respaldo institucional y organicidad, lo que exige por un lado un modo de acción cuidado, responsable, de los agentes intervinientes y por otro un encuadre público coincidente con una perspectiva de derechos de las personas afectadas. Con eficacia, el musicoterapeuta consiguió conformar 20 equipos fijos que intervinieron en 21 Centros de Evacuados.
La convocatoria enlazó un sentimiento que flotaba en el aire, vinculado a tener una presencia significativa durante el tiempo que durara la evacuación. El sentido de esa presencia estaba delimitado: “el arte puede ser sostén y motivación, puede ser vehículo para... Estamos posicionados ahí porque creemos en el reposicionamiento subjetivo de las personas, brindamos la posibilidad de que se vean desde otro lugar a ellos mismos, a los otros que están cerca, a las instituciones en las que están…” enfatiza J. Presas. Cada semana mientras duró la intervención participamos de reuniones pensadas como espacios de co-visión para, mediante dinámicas grupales, poner a circular experiencias, sostenernos y estar mutuamente al tanto de los lineamientos de las actividades que cada equipo mantenía. Se trató así de un espacio propicio para tomar decisiones y unificar criterios.
Entre la cantidad de personas que formaron parte de esta intervención, se encuentran Diana Argumedo, Alejandra Franco y Marta Cot, con quienes conversé sobre sus experiencias en los Centros de Evacuados. Dejo lo más propio de lo hecho por ellas, con algunos rasgos que destacaron de propia voz.

De experiencias y reflejos: Cuerpos, arcilla y juegos de crianza

I. Juegos de crianza. En la Escuela Belgrano N° 47 y, especialmente, en el Hogar Bíblico Belén (COPNAF) estuvo presente Diana Argumedo, maestra jardinera especializada en Jardín Maternal. Su decisión de participar en la propuesta de Arte en Contexto fue inmediata: “no racionalicé la convocatoria, fue pulsión, pulsión de vida”. Por su formación estuvo acompañando a niños de entre 2 meses y 7 años del Hogar Belén que, por la inundación, debió ser trasladado a otro espacio. La gestión de un lugar donde alojarlos quedó en manos de una institución religiosa privada que actuó más eficazmente. Dado que se trata de niños judicializados debía obtenerse previamente autorización para el ingreso y la garantía de que quienes fueran estuvieran capacitados.
Diana enfatiza la relevancia de crear un escenario de encuentro con elementos cotidianos variados donde puedan tener lugar juegos de crianza: “era llegar, armar, tirar mantas en el pasto y poner tubos de cartón, resortes, tapitas, frascos, botellas con agua y cositas adentro, esas cosas para explorar, telas con diferentes textura, por ejemplo, tules y entonces los bebés se tapaban la cara y jugábamos al está y no está y me tapaban, me escondían a mí. Los juegos de crianza, de sostén, el caballito, la persecución: , juegos versificados con los dedos y cosquillas en la panza, que vas cantando y le vas haciendo caminitos en el cuerpo. Son los juegos espontáneos que se dan en la casa. Explorábamos y jugábamos a vocalizar por el tubito de cartón, a que se me suban encima, a envolverlos… también me envolvía yo de esa manera.”
La finalidad primaria de estar allí, sosteniendo a los más pequeños deriva en otra, relativa a transmitir esos modos saludables de tratar a los niños entre la gente grande de la institución: “cuando yo voy, sutilmente, cuando estoy estimulando a los chiquitos, ya sea desde un juego que para mí tiene un objetivo, el de está y no está, el tapar y destapar botellas, o meter cositas adentro, yo estoy jugando con ellos, pero la gente que está alrededor está viendo cómo se juega... y yo veía que las chicas del hogar observaban todo eso todo el tiempo… supongo que no es solamente el ir y estar ahí, sino que hay cosas que van quedando.”
II. Arcilla. En la Escuela Benito Garat sostuvo un taller Alejandra Franco, que hace tiempo conjuga su trabajo artístico en arcilla y talleres barriales en la ciudad: “cuando llego a un barrio hago una investigación de las arcillas del lugar, hacemos prueba, la información, dejo un horno armado, que es el objetivo, entonces si me tengo que ir por algún motivo, toda esa información queda ahí, va a depender de ellos, nada más.” Su participación en esta circunstancia se asienta así en una trayectoria que claramente la sostuvo al momento de intervenir y que el coordinador supo aprovechar: “me dijo Julián si no quería ir a la escuela Benito Garat donde yo ya había trabajado. Si bien no iba a encontrar a los viejos alumnos porque vivían en un barrio que había sido trasladado, a la entrada de Concordia, porque se inundaba…”
Los talleres de Alejandra ponen en juego dos saberes de la gente de los barrios que visita. Por un lado, la ubicación de la arcilla, que es el material de trabajo: “Yo siempre he trabajado donde haya arcilla y donde haya gurises… lo primero que hago es preguntar. Primero quiero saber dónde hay arcilla, el dato siempre está en el barrio, alguien siempre jugó con arcilla, alguien hizo un pozo, alguien que está cerca de un arroyo.” Por otro lado, los detalles de animales y personajes populares (como el Lobizón o la Solapa) que se convierten en objetos a modelar: “están muy acostumbrados a cazar pájaros, víboras, sapos, lo que sea, son unos conocedores espectaculares. Yo llevo acá los libros y lo mío es casi teórico, pero ellos dicen sí, el cardenal amarillo tiene este sonido y se saben una cantidad de cosas… es importante, esa carga cultural que traen.”
De parte de Alejandra hay una confianza en que el trabajo con arcilla ofrece un marco, en principio imaginario, sobre la posibilidad de torcer los determinismos a los que nos acostumbra la estructura social: “Yo creo que cuando alguien aprende a modificar, en el caso mío, específico, la arcilla, tiene posibilidad de modificar su vida… los lugares donde a mí me toca trabajar son muy complicados… pero cuando estás ahí adentro, no es tan dramático. Es como que alguien venga y diga ¡ay que calor que hace! y de golpe no pasa nada, no tengo un aire acondicionado pero no estoy sufriendo, hay otras cosas con las cuales la gente es feliz… El arte en el barrio quiere decir que tratás, en lo posible, de hacer ese cambio de pensamiento, no que todo es lineal, sino que se van a ir presentando dificultades que vas a ir resolviendo, en distintos aspectos de tu vida.”

III. Cuerpos. En la Escuela Salta N° 54, Marta Cot (junto a dos ex-alumnas Vanesa Quirós y Soledad Chertin) mantuvo un taller vinculado a lo que llama su oficio, la danza. Dos veces a la semana se acercaron allí para realizar actividades con quienes desearan participar.
En general en mi trabajo particular y extendido a la gente que se ha acercado a compartir conmigo establecemos marcos, que son permanencia, tono y pulcritud. Algunos coinciden con esta experiencia colectiva. Esos marcos están extraídos de algún concepto de rescatado por el humanismo para algunas tareas y me pareció que era muy preciso y contenedor. Nos ayuda a evaluar si estamos dentro de nuestros propósitos. Y eso coincidía con la propuesta del colectivo: permanecer en la actividad, mantener el tono justo, no emocionarse, no entusiasmarse, y ser pulcros, ser cuidadosos con nosotros, con nuestro cuerpo, con lo que hacemos con el espacio, reconocer los límites.”
La conciencia de algo delicado y potente como es el lenguaje corporal se hace evidente: “con los chicos estuvimos hablando de sus límites y de la posibilidad del empoderamiento de su ser dentro de esos límites. No hay prejuicios cuando llegás a la danza. Trabajamos cuánto somos de iguales y cuánto de diferentes, escuchar el corazón, los sonidos adentro de nuestro cuerpo y darse cuenta de que todos escuchamos cosas semejantes, que el que está al lado es mucho más parecido que lo que yo creo y a su vez es tan diferente. Los gurises eso lo saben. Sólo lo ponés en evidencia.”
Las actividades se realizaron con un grupo de niños en un pasillo transitado de la escuela que funcionaba como Centro de Evacuados, donde sin embargo se conseguía crear un espacio de intimidad en el que talleristas se ponían en juego en igual medida que los presentes “confiando y entrenando mucho la mirada periférica y la observación para poder contener en esa mirada lo que sucede, sin alejarse del juego.”
El modo [de comenzar] es emergente, siempre. Tratamos de no ser directrices. Sí sabemos cuál es nuestro propósito.” El primer día comenzaron con un juego de manos popular que se convirtió en ritual de comienzo, de pasaje a otra actividad o cierre. Otro día por la imitación que una niña hacía de los movimientos de un niño que, molesto, modificaba su andar: “ése fue el primer disparador de la actividad. Era movimiento, era coreográfico, así que lo que hicimos inmediatamente fue empezar a jugar con eso; en líneas rectas, va, viene, y en eso el aceleramiento y, en el aceleramiento el latido del corazón y ahí decís ¡stop! Además, cuando está instalado el movimiento es muy fácil la quietud…”
El episodio más sobresaliente entre los que formaron parte de este taller en particular es difícil de contar. No alcanza con transcribir el relato de Marta ligado a cambios en el tono y en el aceleramiento de la voz. El objetivo ese día era acercarse a los adultos. Digamos que llevaron porotos y tapitas para hacer cotidiáfonos (objetos cotidianos que suenan). Digamos que el entusiasmo los condujo a gritar y bailar exaltados con esos objetos y que pasaron a través de un juego a la quietud, a hablar bien despacito, a dejar esos objetos y darse caricias. Digamos que cantando esa pequeña masa humana empezó a recorrer algunas aulas para acariciar a los grandes. Se escucha en el audio: “la primera habitación ¡tres hombres! Uno frente al ventilador así, de camisetilla [risas], el otro afeitándose y nosotras tres y cinco niños ¡Y los nenes! llevando ellos la coordinación a esa altura y hablando despacito [susurra].”
Brisa es hija de Daiana. Daiana tenía en su panza a Allison. Esas infancias fueron al aula de la escuela donde había sido ubicada la familia evacuada y acariciaron suavemente a la mujer embarazada de 8 meses, al papá, le hablaron al bebé y se fueron. No pasa ni un minuto y se escucha: “está descompuesta, esas fueron las palabras que ellos dijeron. Se van corriendo y fue como un regalo. Viene uno de los nenes bajando la escalera a donde estábamos nosotras, así con los brazos abiertos y dice ¡mi hermanita está por llegar!”

Enredos futuros
El reconocimiento del carácter público de bienes culturales como la danza, la cerámica, la música y la literatura, la necesidad de construir en comunidad un buen trato hacia los niños en espacios de adversidad, alimentan fantasías sobre actividades futuras más sostenidas en algunos lugares de la ciudad de Concordia. Así los aprendizajes que quedaron en quienes participaron se traducen a inquietudes, a nuevos universos por armar. Por eso se planea enmarcar en un barrio ubicado al sur de la ciudad actividades de taller junto a algunas de las personas que participaron de esta experiencia. Lo estamos pensando con fuerza y preferimos dar detalles cuando ya estén sucediendo.
Porque la adversidad, lo que se sitúa frente a nosotros como desfavorable, lo que condujo a que muchas personas realizaran acciones significativas en la ciudad de Concordia, es un síntoma de otras adversidades invisibles, profundas y permanentes, hace ya tiempo instaladas en nuestro tejido social. Es probable que continuemos hablando de episodios difíciles que (nos) advienen y que, al igual que el agua, sería mejor no darles la espalda, pero sabemos -y por si acaso lo hacemos explícito- que se trata simplemente de instancias visibles de una situación social que no va a ser modificada a través de gestos solidarios blandos, sino de otros, sólidos, constantes, comunitarios. Estas fotografías chiquitas, buscadas, de la inundación en una ciudad del Litoral no fueron hechas para ablandar corazones por ese acontecimiento en particular, al modo en que lo hacen algunos medios de información, que nos presentan hechos bien procesados para que al tiempo que nos parecen lejanos, nos paralicen. Tampoco para dar lecciones de buen comportamiento ciudadano. Más bien apuntan a interpelar sobre nuestras adversidades vecinas y ofrecen un pequeñísimo repertorio de posibilidades de transformación con otros, si es que sólo llega a ser por falta de imaginación política que algún cuerpo que nos lee anda demasiado quieto o replegado sobre sí.

(1) Respaldo y colaboración de Elida Turco (Bióloga, Parque Nacional El Palmar, tallerista auto-convocada)


Fuentes:
Además de diferentes medios gráficos y digitales para obtener datos certeros alrededor de esta inundación, encontramos reflexión y análisis en algunas fuentes que nos parece necesario apuntar:
Sobre la inundación de Santa Fe y su caracterización como crimen hídrico, ver: Juan Pascual y otros (2013) A mí nadie me avisó. De crímenes hídricos y monumentos de hormigón. Apuntes para subvertir el silencio oficial, Santa Fe.
Sobre la experiencia con inundados trasladados en Concordia a principios de los ’70, ver el artículo de González en Panza Verde, edición de Enero 2016.
Un momento de justicia colectiva” por Equipo de comunicación CTA Rosario. 3 de Junio de 2015. [en línea] http://ctarosario.org.ar/article2166.html
Detrás de las inundaciones hay grandes negocios” por Sofía Aliberti (Equipo de Comunicación CTA Rosario). 29 de Diciembre de 2015 [en línea] http://www.ctarosario.org.ar/article2334.html
Inundaciones. El problema de la exclusión económica y territorial” por Sofía Aliberti. (Argentina Indymedia) 5 de Enero de 2016 [en línea] http://argentina.indymedia.org/news/2016/01/885843.php

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