Como una banda descontrolada

(Revista Barriletes mayo 2016)



Aproximaciones a la violencia social

COMO UNA BANDA DESCONTROLADA

La violencia social como interrogante, horizonte de análisis y continente de distintas aristas. Lejos, en intención y en logro, de agotar el tema o abarcar el universo, pero expresando desde este breve artículo, la preocupación institucional por encontrar la punta del ovillo.


El mensaje de texto se coló furtivo en la pantallita gris claro del celular de Silvia, como si le faltara el permiso para molestar a esta mujer desconocida que representaba una esperanza. No pudo verlo de inmediato, lo advirtió en la cola del chino de a la vuelta, no era timidez lo que espejaba, sino terror: “me dijeron que ud. me puede ayudar, no aguanto más los golpes, quiero que termine, me enloquece con sus celos ¿qué puedo hacer?”
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La violencia, el abuso de poder y la fuerza tienen mil y una maneras de expresarse. Pero no se puede abordar ni comprender el fenómeno de la violencia familiar y de género sin considerar la matriz cultural, patriarcal, que encumbra al hombre como vértice superior de una familia piramidal con roles grabados a fuego, donde la mujer y los niños y niñas subordinan sus deseos, libertades, expectativas y derechos a las necesidades y conveniencias del macho adulto. En este esquema, todos aportan al sostenimiento del modelo y así, siempre la cadena encontrará en el eslabón más débil -la mujer, el niño, el anciano- a la víctima obligada y silenciosa de una cultura violenta.
La Lic. Cecilia Oroná(1) entiende que “en la comunidad, los modelos de relación social son violentos”. La violencia es la manera de relacionarse, la violencia en términos de pasar al acto y que no haya mediación por la palabra, que no haya posibilidad de negociación, que se imponga al otro una manera de acción, que es la propia del más fuerte, del avasallante, del manipulador, del psicópata.” agrega.
Muchos niños, por imperio de la antigua ley del patronato, fueron avasallados en sus derechos por un Estado que, tras el discurso de la sobreprotección, en realidad los privaba de la libertad, los separaba de sus familias y profundizaba la victimización a la que la propia vida los condenaba. Sobre esto, la Lic. Oroná es clara, desde su propia experiencia de trabajo: “...vos veías expedientes en el COPNAF de chiquitos de cinco años que tenían siete medicaciones psiquiátricas, y lo leías diez años después, porque tenías que ir a hacer una visita e informarle a la justicia en qué condiciones estaba o donde vivía... La actitud del violento y la violencia en sí no se discutían ni se planteaban como ahora.”

Nuevas leyes para cambiar viejas prácticas
Desde el año 1999, la provincia de Entre Ríos cuenta con la ley 9198, de “Prevención de la violencia familiar, Protección y Asistencia de las personas involucradas en la problemática” que en su artículo 3º establece que “Toda persona que sufriere daño psíquico o físico, maltrato o abuso por parte de algún integrante del grupo familiar conviviente, podrá denunciar estos hechos en forma verbal o escrita por ante el juez con competencia en lo civil o comercial [N.de la R.: actualmente Juzgados de Familia] o el Juzgado de Paz más cercano a su lugar de residencia. Se entiende por grupo familiar conviviente al formado por aquellas personas unidas por lazos de parentesco, sanguíneos o no, aunque provenga de uniones de hecho y que comparten la vivienda en forma permanente o temporaria.” A su vez, el siguiente artículo habilita a realizar la denuncia en caso de menores, incapaces o discapacitados, a sus representantes legales o el Ministerio Público, aunque sí puede el propio menor poner en conocimiento de aquellos los hechos.
Años después, el Poder Ejecutivo convierte en decreto reglamentario el trabajo conjunto de una Mesa interinstitucional con representación de distintos estamentos del Estado así como de la universidad y organizaciones sociales vinculadas a la materia.
Es así que, reglamentando el art. 1ro. de la ley 9198 define para la ley qué se entiende por violencia familiar, violencia física, psicológica, sexual y patrimonial o económica.
Para el tratamiento institucional de la violencia de género, Entre Ríos optó por adherir a la ley Nacional Nº26485 que en su artículo 4to. define la violencia contra la mujer como: “...toda conducta, acción u omisión, que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes. Se considera violencia indirecta, a los efectos de la presente ley, toda conducta, acción omisión, disposición, criterio o práctica discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón.”
También establece los tipos de violencia: Física: La que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de maltrato agresión que afecte su integridad física; Psicológica aquella que causa daño emocional y disminución de la autoestima o perjudica y perturba el pleno desarrollo personal o que busca degradar o controlar sus acciones, comportamientos, creencias y decisiones, mediante amenaza, acoso, hostigamiento, restricción, humillación, deshonra, descrédito, manipulación aislamiento, entre otros supuestos; Sexual: sin exigir en este caso necesariamente el acceso genital, sólo la vulneración del derecho a decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva; Económica y patrimonial y finalmente la violencia Simbólica que es aquella que, a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos “transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad.”
La ley, si bien apunta a promover valores que fortalezcan la igualdad de géneros, el fin de la discriminación y de toda violencia, por necesidad hace especial hincapié en mecanismos que permitan a la mujer el rápido acceso a los distintos estamentos del Estado que le permitirán frenar o evitar el ejercicio abusivo de cualquier tipo de violencia en su contra.
La letra herida o del dicho al hecho
Para la aplicación de estas leyes, se ponen en funcionamiento mecanismos urgentes que involucran a los tres poderes del Estado, siendo el Poder Judicial el más demandado en su accionar, y también el más criticado socialmente en los lamentables casos en que la justicia no alcanza a detener un femicida o un victimario. La problemática de la violencia familiar y de género es abordada principalmente por los juzgados de familia -en los lugares donde estos existen- o los juzgados de Paz en ciudades más pequeñas, y también por la recientemente creada Unidad Fiscal de Violencia de Género, existente únicamente en Paraná. Si bien es cierto que a partir de una mayor comprensión del problema, magistrados, funcionarios y empleados de la justicia priorizan estos trámites por sobre otros, también es cierto que en muchos casos se trabaja en ámbitos totalmente inadecuados para el abordaje respetuoso de las situaciones, con limitadísimos recursos humanos y notable falta de coordinación entre los poderes del Estado, lo que atenta contra la mayor efectividad.
Para muestra baste un botón: el art. 8 de la ley de Violencia Familiar establece que El juez requerirá de un diagnóstico sobre la situación familiar efectuado por peritos de diversas disciplinas el cual deberá ser elaborado en un plazo de 24 horas pudiéndose prorrogar, atento a la gravedad del caso, en un plazo no mayor de 48 horas.”. Para cumplir con esto, se cuenta con un Equipo Interdisciplinario constituido por sólo 6 profesionales de la salud, de los cuales sólo 1 es titular con una categoría de las más bajas del escalafón de empleados del Poder Judicial. Del resto, hay dos adscriptas y las 3 restantes son personal sin estabilidad, promediando los ocho años de antigüedad en estas condiciones y revisten en la categoría más baja del escalafón. Con este limitadísimo plantel, dicho equipo debe encargarse de citar y entrevistas a los integrantes de los grupos familiares, realizar las entrevistas al menos con agresor y agredida, en cada una de las 450 denuncias que ingresaron en los cuatro primeros meses de 2016, lo que implica un aumento del 30 % respecto de igual período del año anterior.
Sin decisiones políticas en acto, las leyes lentamente se vuelven letra muerta y los floridos discursos del poder suenan como burlas frente a la impotencia y el dolor de las víctimas.

MUPEA: mujeres por mujeres
En el año 2000, un grupo de vecinas de los barrios del suroeste de Paraná deciden organizarse para abordar la problemática del embarazo adolescente. Habían egresado como Promotoras Psicolegales, de una completa capacitación brindada por el Programa Municipal de la Mujer.
Nacía MUPEA (Mujeres Unidas en Prevención del Embarazo Adolescente).
Desde su nacimiento, la organización se constituyó en un bastión de la lucha por la igualdad de género, protegiendo con uñas y dientes los derechos de niños abusados, mujeres violentadas, ancianos y ancianas desprotegidos en una geografía amplia comprensiva de los barrios Paraná V, Predolini, Hipódromo, Rocamora, Villa Mabel, Villa 351 entre otros.
Silvia Cersofios, integrante fundadora de MUPEA, quien recibiera en su celular aquel mensaje de texto -uno de tantos- que citáramos al inicio de la nota, señala que hay una suerte de protocolo de acción frente a estas situaciones, que en muchos casos las lleva a arriesgar su propia integridad física y las de sus familias, al tener que enfrentar a violentos y abusadores. En el supuesto de aquel pedido de auxilio anónimo recibido, la consigna en primer lugar es lograr tomar contacto directo con la víctima, identificarla y en lo posible acudir al domicilio. La persona se negará a recibir un llamado por el terror que la invade y por esta razón deben agudizar el ingenio para informarse respecto de la existencia de lesiones, otras víctimas en el domicilio, etc. Generalmente serán Silvia o Teresa Ramírez, su hermana y segundo pilar de MUPEA quienes asumirán la responsabilidad de llegar hasta el domicilio del hecho. La excusa buscada puede ser una visita de ocasión, o el ofrecimiento de llevar los niños a la escuela o ayudarlos con la tarea. La idea es tomar un conocimiento cabal del caso para evaluar qué hacer.
En ocasiones, una mujer desesperada, tal vez descalza o con poca ropa, en horas de la madrugada, sola o con sus niños, golpeará la puerta de una integrante de MUPEA. “Lo primero es la contención -nos dice Silvia- escucharla, tranquilizarla. Preguntará qué va a pasar si se lo denuncia, si irá preso, si se lo sacará de la casa, o quién la protege si ella vuelve a la casa.” Habrá mujeres que no querrán volver más a su hogar por el terror que han vivido, en este caso se le busca algún lugar donde se sienta segura y él no pueda molestarla. Muchas evitan recalar en viviendas de familiares para evitarles el mal trago de posibles situaciones con el agresor. Tristemente, también ocurre que, familiares, acusan a la víctima de habérsela buscado o echándole la culpa de haber elegido a esa pareja. En estos casos, las Casas Refugio son la última alternativa.
Teresa introduce en la charla un elemento a veces difícil de entender: “A veces por miedo no quieren denunciar. Algunas vienen decididas y otras prefieren esperar, pensarlo. No es una decisión fácil, porque hay condicionamientos sociales, económicos, culturales”. El alcohol, la droga, los celos, son presencias insoslayables a la hora de alumbrar las causas, pero el sustrato es más profundo, histórico y cultural: el machismo, que lleva al hombre a considerar a la mujer como un objeto de su propiedad, una cosa y como tal, pasible de cualquier maltrato.
En el caso que la víctima decida formular su denuncia, una integrante de MUPEA la acompañará a la comisaría cercana. Tanto la policía como el Poder Judicial y los diversos estamentos del Poder Ejecutivo, hoy por hoy, reconocen y respetan el trabajo de estas valientes mujeres y es por eso que les permiten en la mayoría de los casos asistir a las víctimas como facilitadoras o consejeras frente al triste y burocrático mundo que se le abre a partir de la radicación de la denuncia, y que implica no sólo lidiar con su dolorosa cotidianeidad sino con una serie de entrevistas diagnósticas a cargo de equipos técnicos, audiencias en la justicia, exámenes médicos, cambios de domicilio y muchísimas vicisitudes más.
Hay casos complejos y difíciles, cuenta Silvia Cersofios: “Trabajamos junto al COPNAF en el caso de una mujer que, luego de abandonar su hogar por la violencia vivida, comenzó a deambular con sus hijos por la calle, durmiendo en cualquier lugar durante varios días. Por seguridad de los niños, el organismo los tomó a su cargo. Si bien ella no quería ir a vivir con su madre, porque como pasa en muchos casos, ésta la culpaba de la situación, finalmente, para poder estar con sus hijos, acepta esta última alternativa. Muchas veces la mujer tiene hábitos que la sociedad puede reprocharle: no cuida debidamente a los hijos, o le gusta demasiado salir a bailar, o lo que sea, pero nunca eso puede ser justificativo para un golpe, una cosa no tiene que ver con la otra.”
La tarea de estas mujeres defendiendo a mujeres, en barrios humildes de nuestra ciudad, no es para cualquiera, requiere capacidad, formación, valentía y sobre todo un compromiso de acero. Las integrantes de MUPEA son conocidas pero, al decir de Teresa, “a veces el hecho de conocernos es beneficioso porque es como que los golpeadores se cuidan de nosotras. Pero en otros casos no tanto porque ya saben que si vamos a una casa es porque intentamos intervenir. Muchas veces nos amenazan, pero hay que seguir”
Nos quedó flotando la pregunta del millón. Vapuleados por las terribles estadísticas sobre femicidios, acobardados por los casos que llegan a los estrados judiciales de violencia familiar y de género, cada vez más frecuentes, nos preguntamos si sirve, realmente, el accionar de tanta gente como las integrantes de MUPEA, para liberar a las víctimas de este sufrimiento.
Silvia es contundente: “Muchas veces me encuentro con mujeres a las que hemos ayudado, me cuentan que están mejor, que pudieron salir, superarse. Yo siempre les digo que el proceso es de seis meses a un año, que cuesta pero se sale”

Violencia y salud Mental
En el terreno de las matrices culturales y la acción de las instituciones, la Salud Mental ha sido propicia para el ejercicio de la violencia, para ayudarnos a formatear sujetos violentos en grupos sociales violentos.
Ahora por suerte, las leyes priorizan los derechos humanos -acota la Lic. Cecilia Oroná, refiriéndose especialmente a la nueva ley de Salud Mental Nº 26657- es una base importante para pensar el derecho, respetar los derechos de las personas, es un gran cambio, un cambio fundamental, aunque haya que aceitar un montón de cuestiones en términos de procedimiento, y de necesidades y responsabilidades, porque esto anteriormente no era así.”
He ido a hacer auditorías en psiquiátricos, con la anterior legislación, y veía situaciones de personas a las que se les quitaba su identidad, sus derechos patrimoniales, solamente porque su salud mental estaba afectada. Eso se actuó así porque la ley lo permitía y aún hoy la gente pide y demanda eso en el Estado, no a pedir un tratamiento, un soporte, 'quiero que me lo saquen de encima' y por muchos años la justicia hizo eso porque es lo que había que hacer.”
Agrega “Un paciente de salud mental, un padeciente, puede tener un montón de aristas en su comportamiento que signifiquen violencia: un alcohólico es violento, la familia de un alcohólico se destruye por la violencia, por impotencia y frustración frente a su rol, por la violencia que se genera a partir del consumo y la abstinencia, por un montón de cuestiones que tiene que ver con la adicción. Las adicciones son violentas porque exigen el consumo, la compra y entra la persona a circular en situaciones, grupos, instituciones, en esto del mercado que hace que las armas estén al orden del día. El que te vende si no le comprás te termina liquidando.”

El plan perfecto que ha salido mal
La inefable murga uruguaya Agarrate Catalina plasmó en una desgarradora canción, una fotografía de la violencia social y económica, la que margina, la que ha sido diseñada por un sistema capitalista que es impiadoso con aquellos a los que descarta, y que cuenta con el Estado como mano de obra barata para formatear las relaciones:
...Mi vida es un infierno, mi padre es chorro, mi madre es puta,
vos me mandás la yuta y yo te mando para el cajón.
Yo soy el error de la sociedad,
soy el plan perfecto, que ha salido mal.
Vengo del basurero que este sistema dejó al costado,
las leyes del mercado me convirtieron en funcional....”
Es el Estado el responsable de la solución para la violencia de todo tipo, no tanto para su castigo sino, como dice la Lic. Oroná, para la prevención “El Estado es el que previene, pero responsables somos todos. Una persona se constituye en una historia particular que está ligada a los accidentes, eventos que no eligió y que la van armando como persona. Cuando vos decís que alguien se constituye como persona no es que nace y ya está. Lo hace mediante un proceso en el cual los afectos, los modos de resolver situaciones, la respuestas que recibe, las que puede aprender a dar son de un modo determinado y ese modo puede ser violento: el hambre es violencia, el abandono es violencia, el desamparo es violencia.”
Hay una responsabilidad directa del Estado. Pero el Estado es también quienes lo han formateado, conducido, determinado con su hacer o evitar. La actual epidemia de violencia social, familiar, institucional, etc. tiene rostros, nombres y apellidos ligados al ejercicio del poder.
El Estado es responsable porque define un sistema económico que contiene o expulsa, que pacifica o violenta. Cuando falta el trabajo, cuando el proyecto de vida es tener cada día más y nunca alcanza, cuando la angustia y la desazón se apoderan de los jóvenes olvidados de las políticas, cuando se hace la vista gorda a los negociados, cuando se favorece implícita o explícitamente la apropiación de la renta por parte de una minoría de privilegio y se aleja a las mayorías del acceso a los bienes materiales y simbólicos que permiten respirar el aire sano, el descanso merecido, la cura a la enfermedad, el acceso al conocimiento, el disfrute del amor y la paz, es irremediablemente la violencia la válvula de escape, la pared donde estrellarse.
Queremos al Estado en otro lugar, el de aquel que compensa el desequilibrio, el que vuelca la balanza poniendo el dedo sobre el platillo del que siempre perdió. No hay parches ni engaña pichanga para la violencia por más que algún femicidio pueda evitarse o algún adolescente sea rescatado del consumo y la vida en riesgo. Hacen falta políticas y decisiones, hace falta el largo aliento, el cambio cultural promovido y ejercido desde arriba y desde abajo. Lo otro, será sólo seguir alimentando estadísticas y más llanto sobre la leche derramada.

(1) Cecilia Oroná, Lic. en Servicio Social y en Psicología, se ha desempeñado en distintas áreas del Estado Provincial como Salud Pública, Copnaf, Casa del Joven, Centro Huella y actualmente en el Departamento Médico del Poder Judicial de Paraná.

Violencia familiar y de género: una mirada desde la justicia
UN MAYOR COMPROMISO DE TODOS
Por Dr. Tulio Rodriguez Signes (Juez de Familia de Paraná)

Cada mañana que llega a mis manos una denuncia de violencia familiar o de género intento imaginar el cuadro familiar que encierra este terrible flagelo. En general, es la mujer que denuncia la situación de violencia. También, en la mayor parte de los casos, es esta quien la padece en forma directa. Sin embargo, también hay otras personas involucradas.
Las estadísticas no mienten (muere una mujer víctima de violencia cada 30 horas). A menudo nos preguntamos ¿porqué se llega a esto? ¿porqué tanto ensañamiento? Existen datos que hoy salen mayormente a la luz en los medios de comunicación donde la violencia familiar y la violencia de género excede largamente la idea de violencia física.
Sin embargo, si bien sabemos que existen caracteres o denominadores comunes que deben poner en alerta a todo el aparato del Estado, y pese a que estos indicadores se han expandido drásticamente en la mayor parte de los casos que llegan a los Tribunales, no se advierten grandes avances. Me refiero en concreto, a la drogadicción como uno de los mayores problemas que debe ser abordado urgentemente pues se advierte un aumento de casos que por lo general, desencadenan delitos de tipo penal. Veamos, la droga es un elemento que destruye a las personas y por ende, a la familia en su conjunto. Las situaciones de consumo aparecen no solo en las denuncias de violencia familiar, así, nos encontramos frases como "me separé porque consumía" (en un proceso de divorcio); "no quiero que los chicos estén con él porque vive drogado" (hecho narrado en un juicio de tenencia, hoy denominado de “cuidado personal”; "lo echaron del trabajo porque consumía mucho y ahora no puede pasarme la cuota" (referencia hecha en un juicio de alimentos) son ejemplos cotidianos de lo que sucede dentro de otros tipos de procesos judiciales.
El marco de violencia se ha generalizado y es esto lo que hay que ver. Tampoco podemos encasillarlo dentro de un determinado estrato social, aunque en los círculos de mayor pobreza aparece como algo frecuente, claro está, bajo la modalidad de consumo de sustancias altamente nocivas y de “baja calidad”.
La violencia familiar y de género, afecta a la mujer frente al hombre violento. Esto en parte es así; sin embargo, también afecta a niños/as, adolescentes y personas mayores adultas (hablemos de abuelos en general).
Analicemos esta cuestión. Los niños/as y adolescentes son víctimas permanentes de violencia familiar; son cada vez más los casos de violencia física y psicológica contra ellos, donde el maltrato infantil aparece también como un indicador común, incluso, en muchos casos, la violencia, el abuso y la situación de riesgo es provocada por ambos padres. Recuerdo un adolescente de 16 años que me manifestó en una audiencia; "siempre me sentí un fracasado", entonces le pregunté ¿porqué? a lo que respondió sin dudar, "mi papá siempre me decía eso". Este es un tema que no debemos ocultar. Como funcionario judicial me veo en la obligación de ponerlo en agenda para que todos entendamos que la violencia se ha expandido como una gran mancha de petróleo en el medio del mar.
Las personas adultas (terminología que reemplaza a "viejos", "ancianos y "abuelos"), también sufren la violencia instalada en su propia familia. Estas personas, luego de transitar la mayor parte de su vida, y cuando deberían mayormente disfrutar y descansar, son víctimas de violencia familiar por parte de sus propios hijos, incluso de sus nietos. Si bien el tema de la llamada “tercera edad” excede este comentario, lo cierto es que también se vincula directamente con la temática de la violencia, sin embargo, pocas veces se habla de ello y sigue siendo un tema pendiente de solución.

¿Soluciones o solo esperanza de cambio?
La sociedad y también los medios de comunicación tienen que tener bien en claro, que desde el Poder Judicial no aportamos soluciones a la violencia familiar y de género en términos absolutos y definitivos. Por empezar, solo contamos con dos leyes (Ley Provincial de Violencia Familiar No.9198 y Ley Nacional de Violencia contra la Mujer No.26.485) aún no reglamentada en el ámbito local). Ambas leyes otorgan al juez herramientas para la prevención y la protección del sujeto vulnerable, (generalmente la mujer). Ahora bien, en el medio de este flagelo aparecen múltiples situaciones relacionadas con la pobreza y cuando hablamos de pobreza, no podemos referirnos solamente a la falta de recursos económicos. Se trata de "los excluídos" del sistema. Son todas aquellas personas que no tienen mayores posibilidades de acceder a un empleo digno, a una obra social, a los servicios esenciales, a la educación, etc.
Por más que tomamos medidas para cortar el circuito de la violencia, ello no siempre da resultados pues aparecen múltiples problemas derivados de aquella. Más aún, actuamos cuando generalmente, la violencia está totalmente instalada, donde los daños, muchas veces se presentan como irreversibles. Las soluciones de fondo probablemente demandarán años dado que se trata de un problema funcional a la sociedad que sigue creciendo de un modo alarmante, alimentado por un sinnúmero de factores y que requiere de grandes cambios en las decisiones que debe tomarse desde el Estado. Esperanza de cambios siempre hay que tener, pero para ello el Estado Argentino debe tomar cartas en el asunto como para intentar revertir la situación.
Cotidianamente vemos campañas de concientización alentando a denunciar casos de violencia. Esto está bien, pero la cuestión de fondo es mucho más profunda y compleja. En algunas oportunidades escuchamos personas que sostienen que las leyes de violencia "están mal hechas" dado que “solo es oída la supuesta víctima” y no así el denunciado o que se toman medidas que en la mayoría de los casos perjudican al hombre.
Los críticos sostienen que en muchos casos, la "víctima" no es tal, dado que realiza denuncias falsas. Les contesto: las leyes de violencia tienen un objetivo claro, pues son un mecanismo para frenar y prevenir nuevos hechos y situaciones de violencia (fines preventivos), sin embargo, también es cierto que existen personas mal asesoradas que utilizan de modo errado estas herramientas legales buscando acortar por la vía de la denuncia, caminos para obtener otras finalidades. De todos modos, ante la duda, los jueces jamás pueden dudar en dictar medidas de protección tales como prohibiciones de actos molestos, de acercamiento, incluso de exclusión que contiene la propia ley, pues estas deben ser cumplidas, no solo por quienes deben acatarlas, sino también por parte de quienes debe ordenarlas.
Tradicionalmente, el hombre ha sido paradigma de la humanidad, y la mujer, un ser dependiente por sus condiciones naturales. Pensemos en el Código de Hammurabi, donde la mujer era responsable de su violación por adulterio, pues si era violada era porque ¡no estaba en su casa! pero, a no confundirnos... y no nos rasguemos las vestiduras por esto de hace mil años, pues hoy está sucediendo en ciertas culturas orientales fundamentalistas (talibanes). Por suerte, la perspectiva de los derechos humanos, fuertemente inclusiva de la situación desventajosa de la mujer, ha sido receptada en el Código Civil y Comercial a partir de Convenciones internacionales incorporadas a la Constitución Nacional (CEDAW: Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer).
Es mi deseo que podamos seguir transitando este camino, pero para ello, debe existir un compromiso mucho mayor.

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