Crisis en Brasil


(Revista Barriletes Mayo 2016)

Crisis en Brasil

y el posicionamiento de las radios comunitarias


Por Fernanda Oliveira Santos (*)

“Coxiñas” vs. “Petrallas”. La peor crisis política y económica de Brasil en los últimos 25 años ha sido resumida popularmente en esta rivalidad. Frente a este contexto y a la crisis política y económica brasileña ¿qué posiciones adoptaron las radios comunitarias? ¿Están a favor o en contra de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff? Proponemos un análisis sin maniqueísmos sobre la situación política brasileña actual.

"Coxiña" es una merienda muy popular en Brasil, tiene el formato de una gota y está hecho de una masa de harina de trigo rellena de pollo. Este nombre ha sido utilizado para caracterizar las clases media y alta, anti gobierno, que están a favor del impeachment de la presidenta Dilma Rousseff, son contrarios al Partido de los Trabajadores (PT) y protestan golpeando cacerolas en los balcones de sus casas. Por otro lado, "petralla" es un neologismo formado por la unión de las palabras "petista" (las que están a favor del PT) y "metralla" (en referencia a los personajes de ficción de Disney Hermanos Ganzúa, traducido para el portugués como "Hermanos Metralla", que intentan  constantemente robarle al Tío Rico). En ese sentido, el término "petralla" ha sido utilizado para referirse a los militantes del PT (partido del gobierno), pues los coxiñas creen que los petistas son conniventes con la corrupción.
Esta división simplista ha camuflado la complejidad de la escena política que Brasil está viviendo. Apoyar la continuidad del gobierno de la presidenta Dilma no es lo mismo que defender la corrupción, así como no todos los que están a favor de la destitución de la mandataria son de clase media o alta. La lucha contra la corrupción es legítima y necesaria, siempre que se haga respetando la Constitución Federal de la República de 1988 y la democracia, tan joven en Brasil. El problema más serio de esta rivalidad es que el escenario se ha movido en dirección al golpe de Estado, con el apoyo de instituciones claves para la resolución de esta crisis: el Poder Judicial y el Legislativo.
Con respecto al Poder Judicial, uno de sus representantes, el Juez Federal Sérgio Moro, ha demostrado parcialidad y finalidades políticas en el comando del juicio de los crímenes indicados en el operativo policial Lava Jato. Ese operativo, que en portugués significa "lavadero de coches", investiga el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil, en el cual están involucrados Petrobras (la mayor empresa petrolera del país), políticos de diferentes agrupaciones (incluyendo el gobernante Partido de los Trabajadores y aliados) y grandes  empresas constructoras. La crisis política y económica en Brasil comenzó con el descubrimiento de esta red de corrupción.  
En relación al Poder Legislativo, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, tercero en la línea de sucesión de Dilma, es uno de los investigados en el Operativo Lava Jato y todavía enfrenta un proceso que la Comisión de Ética de la Cámara le abrió por corrupción. Además, la mayoría de los diputados que forman parte de la comisión de impeachment de Dilma son acusados en procesos criminales en el Supremo Tribunal Federal (STF).
En el día 17 de abril de 2016, en una sesión de seis horas transmitida en vivo por la televisión, la Cámara de Diputados autorizó la abertura del proceso de impeachment de la mandataria de Brasil. Además de un paso en dirección al golpe de Estado, la votación sirvió para presentar a los brasileños quiénes son los "representantes del pueblo” en la Cámara. Gran parte de los 367 diputados que votaron en favor de la destitución de Dilma Rousseff dedicaron sus votos a Dios y a la propia familia, incluso hubo aquellos que dedicaron a los "fundamentos del cristianismo" y "a la paz en Jerusalén". Un ejemplo de horror en la sesión fue el discurso del polémico y homofóbico diputado federal Jair Bolsonaro, que además de felicitar Eduardo Cunha por el trabajo desarrollado en el Parlamento, hizo un tributo al coronel "Carlos Alberto Brilhante Ustra, el terror de Dilma". Ustra, muerto en 2015 debido a un cáncer, fue el jefe de uno de los principales órganos de represión en el régimen militar de 1964, siendo responsable por 51 muertes y incontables torturas, como la que sufrió la presidenta Dilma Rousseff, en enero de 1970, debido a su actuación en una organización guerrillera que luchaba contra el gobierno militar.
A la parcialidad y hipocresía del Judiciario y Legislativo, se suma el poder manipulador de la Rede Globo, poderoso órgano de prensa brasileña con gran influencia en la formación de conciencia pública sobre el asunto y que está contribuyendo para diseminar el odio contra la presidenta y contra el PT. Es importante decir que las Organizaciones Globo apoyaron el golpe militar de 1964, que implementó la dictadura en Brasil, dato asumido oficialmente por el periódico "O Globo", en 2013.

El perfil de la media hegemónica
Los grandes medios de Brasil son propiedades de poderosos grupos empresariales, familiares y políticos, que forman un oligopolio de radiodifusión en el país. Este escenario se refleja en las concesiones de radio y televisión, pues esas concesiones muchas veces son mediadas por intereses políticos y desacatan la Constitución Federal, que prohíbe a los diputados y senadores mantener contrato con empresas concesionarias de servicios públicos, como la radiodifusión. Un ejemplo de esta ilegalidad es el hecho de que el Presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, es socio director, desde 2006, de la Radio Satélite, con sede en Recife, capital situada en el nordeste de Brasil.
Estas transgresiones y la hegemonía de Globo podrían haber sido reducidas si el gobierno del ex-presidente Luís Inácio Lula da Silva (2003-2010), o de su sucesora Dilma Rousseff hubieran promovido una reforma en la política de comunicación del país. Aunque Lula haya terminado su mandato con un índice de aprobación popular de 80%, este optimismo no llegó al campo de las comunicaciones. Si bien se presentaron propuestas para la democratización del sector, ellas no fueron llevadas adelante debido a la oposición de los grandes medios de comunicación, que abogaban por el mantenimiento de sus privilegios mercadológicos.
Una de estas propuestas fue la sustitución del Código Brasileño de Telecomunicaciones (CBT) por la Ley General de la Comunicación Electrónica de Masas. EL CBT, que data de 1962, fue modificado durante la dictadura militar y, a pesar de ser anticuado, todavía rige la radiodifusión en Brasil, es decir, la televisión y la radio abierta. Cuando el gobierno de Lula propuso sustituir el CBT por la Ley General de la Comunicación Electrónica de Masas, los medios de comunicación, furiosos, llevaron a cabo una campaña en la cual llamaron a cualquier intención de modificar las políticas de comunicación de censura y amenazas a la libertad de expresión, ya que esto cambiaría la regulación del límite de la propiedad y establecería el control social de los medios de comunicación. Por lo tanto, el gobierno de Lula se retrajo. Es decir, hubo avances en la discusión sobre la democratización de las comunicaciones, un tema que no estaba en la agenda política nacional hasta el momento, pero las propuestas discutidas no fueron implementadas en las políticas públicas.
A pesar de este retroceso, hay grupos y medios de comunicación alternativos y populares que siguen luchando para una comunicación más democrática y plural. Uno de estos medios son las diversas estaciones de radio comunitarias en todo el país.
Las radios comunitarias delante de la crisis brasileña
Las radios comunitarias surgieron en Brasil entre 1970 y 1980, durante la dictadura militar y sin apoyo legal, pues la primera ley de radiodifusión del país se introdujo sólo a finales del 1990. Se trata de la Ley 9.612/1998 que regula el servicio de radiodifusión comunitaria.
Aunque haya sido un paso hacia la legitimación oficial de este medio de comunicación, la ley impone muchas limitaciones que dificultan el funcionamiento de las radios comunitarias, tales como: restringe el alcance de las estaciones de radio a un kilómetro y con solamente 25 vatios de potencia; prohíbe la formación de redes entre las estaciones; no garantiza la protección contra la interferencia de las emisoras comerciales y servicios de telecomunicaciones; y dificulta la sustentabilidad de las emisoras, ya que prohíbe la colocación de la publicidad, permitiendo sólo el apoyo cultural.
En la actualidad, hay cerca de 30.000 radios comunitarias en Brasil, la mayor parte funcionando sin licencia. Eso es porque ya existían muchas estaciones antes de la creación de la Ley de 1998, y se suma a eso el lento proceso de aprobación por el Ministerio de Comunicaciones, con casos en los que algunas radios tienen que esperar hasta 11 años para recibir la autorización de funcionamiento. Teniendo en cuenta estas limitaciones, las estaciones de radio comunitarias operan bajo diferentes modos: como estaciones de radio comunitarias legalizadas; radios no legalizadas; radios de altavoces; y radios virtuales. Independientemente del formato que tienen o si tienen o no tienen permiso oficial para trabajar, el principio básico de estas radios es proporcionar servicios sociales en las comunidades donde se ubican, y actuar como vehículos de expresión de los moradores de una localidad.
Sin embargo, hay radios que a pesar de autodenominarse como radios comunitarias, se han alejado de esta esencia y fueron apropiadas para fines comerciales, religiosos y/o políticos-partidarios. Existe este perfil de radio incluso entre aquellas que recibieron autorización para operar como comunitarias, pero en la práctica actúan al servicio de los intereses políticos y económicos de sus propietarios y/o de los grupos políticos municipales.
Frente a este contexto y a la crisis política y económica brasileña, podemos cuestionar: ¿qué posiciones han adoptado las estaciones de radio comunitarias? ¿Están a favor o en contra de la destitución de la presidenta Dilma Rousseff? Lamentablemente, no hay consenso para estas respuestas, justamente por la existencia de muchas estaciones de radio comunitarias, que trabajan en diferentes contextos sociales, con diferentes necesidades de la comunidad, y debido a los distintos perfiles e intereses que tienen, como mencionado anteriormente.
Sin embargo, hay una posición oficial sobre el tema. El coordinador ejecutivo del Abrazo Nacional (Asociación Brasileña de la Radiodifusión Comunitaria), Valdeci Borges, evocó a las radios comunitarias a que digan "no" al golpe que los medios de comunicación están tratando de hacer. En una entrevista concedida a la radio comunitaria FM Nova, en Brasilia, la capital federal de Brasil, el dirigente del Abrazo dijo: "La alerta para las emisoras comunitarias, a sus oyentes y para la población en general es que no se dejen engañar por los informes que los medios golpistas divulgan en sus vehículos de comunicación diaria. Que utilicen la radio comunitaria no para el golpe, sino para transmitir la información. Y que sea dado amplio espacio para los sectores de la sociedad que están en contra del golpe de Estado y que defienden la democracia".
En este sentido, el Abrazo Nacional recomienda que en estos momentos de crisis, las emisoras actúen, más que nunca, con respeto a los principios de la radiodifusión comunitaria, luchando por una comunicación democrática que fomente el debate político local, al revés de manipularlo. Borges añade que desinformar es peor que no informar. "Los principales medios de comunicación no son dueños de la verdad. La verdad está con la gente. No tenemos que transmitir lo que el PPG (Partido de la Prensa Golpista) dice. La radio comunitaria existe para hacer lo contrario, es decir, llevar información para democratizar los medios de comunicación", lanzó Borges en su alegato final.
El juicio político a la presidenta es un golpe porque ella no es acusada de ningún crimen de corrupción, al contrario de lo que pasa con más de la mitad de los políticos que piden su alejamiento, incluyendo a Eduardo Cunha, cabeza conductora  del proceso en la Cámara, y el vice-presidente da la República Michel Temer, uno de los conspiradores del golpe. Ella solamente podría ser impedida de seguir su mandato si hubiera cometido crimen de responsabilidad, como consta en la Constitución Brasileña, pero no hay contra ella ninguna sospecha de robo. Ahora que fue autorizado por la Cámara de Diputados, el proceso de destitución contra Dilma se desplazará al Senado y la previsión es que la votación sea realizada el 11 de mayo.
Está claro que el motivo de aquellos que luchan en favor del impeachment no es mejorar la difícil situación socioeconómica de Brasil, sino tomar el poder para seguir practicando actos ilícitos. Está claro también que Brasil necesita, de manera urgente, una reforma en su sistema político. Es importante reforzar que la posición contra el impeachment no significa estar a favor de la corrupción o defender la rivalidad simplista entre coxiñas y petrallas. Significa defender el Estado Democrático y la imparcialidad de los Poderes Judicial y Legislativo. Después de todo, así como en Argentina y en varios países de América Latina, la dictadura militar también es un pasado reciente en Brasil, y sin dudas, la corrupción es una gran amenaza para la democracia, pero el autoritarismo es su muerte.
(*) Comunicadora Social, magíster en Cultura y Sociedad con Postgrado en Gestión Sustentable y Responsabilidad Social Corporativa– Especial para Revista Barriletes desde Salvador de Bahía (Brasil)


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