(Revista Barriletes, Agosto 2016)
Entre la arena y el río, los pájaros y el aire, el horizonte y el sol, las semillas y la tierra, el hornero y su nido, los rieles y los pueblos, hay un diálogo profundo, de siglos. Son caminos aprendidos que llevamos dentro como cepas que alumbran sentidos, pensamientos, la existencia del estar en pie, encontrar encrucijadas y el amigo que te lleva a un puente hacia otros destinos. “Mirar atrás” es poder parar en el trayecto y contemplar lo construido con tus propias manos. Así lo vive Marcelo Mesa, cada vez que se sube a la escalera de su propio presente.
—Este estudio es un sueño hecho realidad, pensando en aquel inicio en calle Perú – lanzó Marcelo cuando observó el estudio de radio Barriletes, sintiéndose parte de una historia en la cual él es protagonista.
—Yo era playero de una estación de servicio, hacía changas y no llegaba a fin de mes. Por intermedio de mi ex compañera conocí Barriletes, y luego ella se fue y yo seguí con la revista. Era un momento muy difícil para salir a vender, por el tema del federal, era patear la calle, llegaba a casa cansado pero siempre con fe, había que seguir batallándola.
—Fui ladrillero, un trabajo bastante rudo, allí trabajé 6 años, tenía 24 años, un oficio muy sacrificado, no volvería a ese trabajo. Yo cortaba 1200 ladrillos, o sea eran mil doscientas flexiones por día, yo sufrí dolores en la cintura, trabajar con el adobe llenar el molde, volcarlo en el piso, lo das vuelta, y de ahí lo sacas y volvés a empezar. Era cuestión de necesidad, quedan pocos cortadores de ladrillo, se va perdiendo el oficio.
Tiene 46 años, 3 hijos, ya es abuelo y está muy contento. Con la revista pudo asistir a sus hijos, proveerlos de ropa, zapatillas, y también poder invertir en su propia casa.
—La revista me da independencia, no es sacrificado, no hay horarios, distintos de los demás trabajos eso de cumplir horarios, pero Barriletes me dio esa oportunidad, otros oficios me han esclavizado y no podía hacer las cosas mías, gracias a la revista tengo esa oportunidad, poder hacer algo en mi casa, y antes no lo podía hacer: quedarme en casa y hacer algún revoque -soy albañil también- , levantar una pared. Antes esto no lo podía hacer porque no tenía tiempo y eran trabajos muy duros, el trabajar a la intemperie tanto en invierno como en verano. Yo me organizo primero con el dinero, para poder comprar la tanda de revistas, y luego duplico ganancias, tengo 103 clientes me queda un buen margen de dinero, para mí es una gran ayuda...El respeto vale un montón para comunicarse con la gente, hace 14 años que vendo la revista y no lo dejaría, es mi fuente de trabajo, yo confío en la revista como el primer día.
—Cuando yo era chico vivía en la casa de una maestra. El marido tenía una imprenta de un diario en Feliciano, él hacia las notas también, el escribía a máquina y luego imprimía, y yo era el repartidor, hasta ahora me acuerdo, ahí me fui formando. Se llamaba “El Semanario” que se distribuía en la ciudad, trataba todo tipo de temas y de fútbol, sacaba el boletín oficial, era su fuente de trabajo, y él era dibujante profesional. También hizo el logo de la Fiesta del Ternero, y un día tomando mate me contó cómo se le ocurrió el dibujo. En lugar de hacer un ternero común y corriente se le ocurrió hacer un gaucho y le puso la cabeza del ternero. Era un profesional con el lápiz, aprendía mucho mirándolo, yo tenía unos 12 años, trabajé ahí desde el ´78 a los´80. Ahora voy a cumplir 47 y todavía lo recuerdo, fue mi formación, lo que soy se lo debo a ellos hasta que años después caí en Barriletes.
Marcelo distribuía el semanario por las calles de Feliciano en bicicleta, luego se animó a manejar el mimeógrafo hoja por hoja, “era como una fotocopiadora mecánica y había que colocar la tinta con un rodillo”.
Y así se presenta Marcelo Enrique Mesa, nacido en San José de Feliciano, vendedor en aquel tiempo de El Semanario. “Hoy soy vendedor de la revista Barriletes, desde hace 14 años. A los futuros clientes les digo, que puedan comprar la revista para seguir este sueño, el sueño que tenemos todos”
El
país del Nunca Jamás
A 15 años el primer
vuelo y utopías por nacer.
Mabel Altamirano |
Marcelo Mesa |
¿Y porqué
Barriletes y las miles de manos que lo remontan? Porqué su
permanencia, su sentido, porqué constituye hoy un sustento y una
grulla que vuela por nuevos caminos. Aquel país del Nunca Jamás sin
capitales ni fronteras, ni modelos económicos de acumulación ¿Qué
sería de los frutos de la tierra si así fuera? ¿Qué sería si de
los cantos ancestrales hubiéramos nacido? ¿Qué sería de las
culturas, los oficios, las noches de luna, los solsticios? Qué gallo
cantaría por la emancipación de los pueblos y los secretos dormidos
de la tierra. Es necesario pronunciar el nunca jamás a los
genocidios, a la pobreza, al exterminio, al sálvese quien pueda, al
desierto de las fábricas locales, a los monopolios. Aun sigue siendo
esencial la organización de la sociedad civil y los movimientos
sociales para decir basta, para promover la vida, para poner el
cuerpo y la palabra políticamente y rotar el mundo hacia lo
comunitario.
El modelo de
acumulación del capital sigue demostrando su macabra ecuación de
hambre en un país de tierra fértil y abundante fuerza de trabajo,
eslabón clave que desde hace generaciones viene siendo descartado y
ahora es variable de ajuste en el mercado. Los pregones del gobierno
publicitan inserción en el régimen económico mundial, el libre
cambio y el desarrollo capitalista, lo que -ya sabemos- significa la
necesaria conformación de la dualidad social necesaria de las
relaciones de explotación. Desde aquel 2001, dos historias, dos
trabajadores que padecen las secuelas de ese país desvencijado, sin
plataforma ni resquicio para pensar en la humanidad de sus presentes,
dan cuenta porqué - entre la espada y el abismo- eligieron
Barriletes.
Mendigar, nunca
jamás.
Mabel es una mujer
valiente. Solía subsistir de lo que juntaba de los pantanos y
charcos de la costa juntando lombrices para ofrecerlas y obtener unas
monedas. Mientras tanto las calles de Paraná eran un gran lodazal de
esperanzas disecadas, promesas vanas, vaciamiento institucional. En
aquel enero de 2001 el país derramaba pobreza y deserción estatal.
Los trabajadores del Estado, docentes, jubilados, vecinos y vecinas
sentían el golpe en sus salarios, atrasados, magros, incómodos.
Marcelo perdía su trabajo en una estación de servicios, Gustavo era
un niño que corría y corría por las calles buscando alguna moneda
junto a sus hermanos. Alicia dormía en el suelo, Antonia miraba a
sus hijos, Angela cocinaba lo que había, Norma pedía ayuda para
ella y para otros, Exequiel jugaba a la pelota, Juampi salía a
pescar con su papá a la madrugada, y otros tantos otros niños,
niñas y adultos sobrevivían, la peleaban, sufrían. El gobierno
solo hacía publicidad con el dedo en alto, perversa señal de los
grandes mentirosos. El país se avecinaba, caldeado de protestas,
asambleas gremiales, escraches, pronunciamientos públicos y
repudios. Mientras que en las esquinas permanecían en el sopor de
las realidades más extremas. En los suburbios, la agonía de
familias deambulaba entre basurales, gurises extendiendo la mano en
mesas de bar bajo el rocío, vecinos en desesperantes situaciones de
indignidad y estado inhumano.
De mano en mano,
llegó la revista La Luciérnaga a Paraná (con su lema “Mendigar
nunca más”) que inspiró el nacimiento de revista Barriletes –
11 de agosto de 2001- un proyecto editorial basado en construir una
posibilidad autogestionada que genere un sustento genuino para las
familias de Paraná que se encontraban en la nada misma.
Mabel continuaba
buscando lombrices hiciera calor, o hiciera frío, ofrecía esta
carnada a los pescadores, o armadores, jornal que apenas le redituaba
para comer o restituir algo de energía para el resto del día. Aquel
país del 2001 se desgajaba mientras tanto. Ella como tantos otros
miraba caer el sol sin preguntar, solo había que sobrevivir. De
pronto su hermana Norma, un día le pasa el dato de la existencia de
Revista Barriletes, un publicación que se ofrece en la calle y que
le daba ganancias. Al principio se retrajo, le dijo a su hermana que
no se sentía capaz, que no iba a poder. Ante la insistencia de
Norma, un día se arrimó a la sede de calle Perú 314, y compró
unos pocos números, y para su sorpresa, le fue bien, con esas
monedas comenzó a hacer sus primeros pasos, empezó a construir un
oficio, y su sustento, esta vez lo conseguía, sin agachar la cabeza
ni escupir lodo.
A 15 años de esta
historia editorial, Mabel tiene su morral de revistas y su identidad:
es vendedora de Revista Barriletes, con la sonrisa a pleno,
ofreciendo en alta voz el número del mes, convenciendo a la vida y
sus desafíos. Es reconocida en su “zona de venta” por numerosos
transeúntes, turistas, viajeros, vecinos y vecinas que ya la
identifican por su constancia, organización y simpatía. “Estoy
con la cabeza el alto” dice, si se le pregunta por el antes y
después de Barriletes.
Los gobiernos
cambiaron y la revista Barriletes siguió atravesando las crisis
económicas y los colapsos de las políticas públicas. Hoy, en pleno
caos, sin fuentes de trabajo y la caída libre de proyectos de fondo
para resolver la pobreza y la carencia de acceso al trabajo, a la
vivienda y la dignidad, Barriletes constituye una herramienta donde
obtener el pan de cada día.
Hoy Mabel, con la
frente en alto relata su historia.
Así como Mabel, la
población más vulnerable acude a la asistencia social y programas
espasmódicos que solo alargan la agonía de ser un número en la
estadística del INDEC. Cuántas generaciones han tenido que
sobrevivir de la dádiva, o subsidios que, si bien van al rescate,
promueven una cultura de pasividad y pobreza eterna.
Mabel,
no se quedó con la dádiva. Conquistó su propia voluntad y salió a
construir su oficio.
—Hoy el sostén
de mi casa es el ingreso de la revista Barriletes, toda la plata que
llevo es de la revista. Yo salgo a las 8 menos cinco, y a las 8 estoy
en la peatonal, vendo hasta las 12:30, entre Farmacity y Banco
Nación, es mi zona de venta. “¿Señora me ayuda comprando una
revista Barriletes?” “jefe, ¿me ayuda a comprando una revista
Barriletes?” le digo a la gente. La mayoría de la gente me busca
en esa zona, sino preguntan, “¿no viste a la chica de la revista
barriletes?” depende el lugar, muchos amigos, muchos negocios me
conocen, tengo buena relación con los clientes, también con las
clientas. La mayoría son todas señoras y abuelas.-
cuenta Mabel- Y agrega:
— ...Yo no
sabía cómo, ni sabía escribir mi apellido y con el tema de la
revista me daban una dirección y yo les tenía que pedir que me lo
anoten y tenia vergüenza de decirle que no sabía leer y escribir.
Hoy por lo menos me dan una dirección, y yo lo anoto, un poco lerda
pero bien. Ya va a ser 14 años. Puedo darme algunos gustos. La
movilidad también empecé caminando y después me compré una
bicicleta usada, gracias a la venta de la revista y la ayuda de la
gente y hoy me vas a ver en una moto, una Zanella 50cc y ese es mi
transporte, con carnet tarjeta verde, casco. Y la gente me espera
siempre, todos los meses.
— ...La gente
me comenta, me pregunta, de qué se trata la revista, me tomo un
tiempito para explicarle, a donde van los fondos, qué se hace, los
talleres en Barriletes, les recomiendo que se acerquen, algunos me
llevan la revista para informarse de los logros de Barriletes, yo les
cuento que Barriletes me cambió la vida y el tema de la salud - que
es lo más valioso y lo más caro- y en el tema de la casa que pude
comprar una ventanita de segunda mano, una bolsa de material también
la pude comprar. Mis hijas tienen una mejor vida, estudian y no
trabajan. Después que terminen los estudios ellas sabrán que tienen
que empezar a conocer los caminos de la vida.
Mabel
es parte de la población más vulnerable de Paraná. En
la actualidad, -según estadísticas que midió la Universidad
Católica Argentina- se registra un aumento de 5,5 puntos en el
índice de pobreza en el primer trimestre de este año. En el segundo
trimestre la situación sería igual o peor, por la evolución de la
inflación. De acuerdo al informe del Observatorio de la UCA, entre
2011 y 2015 la pobreza por ingresos pasó del 24,7 al 29,0 por ciento
de la población. Pero en solo un trimestre, de enero a marzo de
2016, el incremento fue de 29,0 al 34,5 por ciento, 5,5 puntos más.
La irrupción de la
sociedad civil en pleno contexto de 2001, habló de una histórica
emergencia ciudadana que tomó los espacios públicos y decidió
intervenir en la situación del país y transformar la inanición de
políticas públicas. Hoy volvemos a presenciar la ausencia de una
agenda que incluya la recuperación de las fuentes de trabajo, muy
por el contrario, las medidas aumentan el interés privado por la
exención de obligaciones y especulación financiera, sin un debate
público y honesto para reconocer la enorme deuda social y la
responsabilidad ante los índices altos de pobreza, indigencia y
falta de fuentes de trabajo.
Hoy volvemos a
presenciar la decadencia de la presencia del Estado en la generación
de procesos que fomenten las fuentes de trabajo y garanticen las
necesidades vitales de la mayoría de la población. Sin un debate
público y honesto para reconocer la enorme deuda social y la
responsabilidad ante los índices altos de pobreza, indigencia y
falta de fuentes de trabajo, no es posible despejar el horizonte que
se avecina. La irrupción de la sociedad civil organizada, como
protagonista del cambio, en pleno contexto de 2001, constituyó una
histórica emergencia ciudadana que tomó los espacios públicos y
decidió intervenir y transformar la inanición de políticas
públicas. Es un desafío que vuelve a reflotar en este contexto.
En las
organizaciones sociales y comunitarias recae entonces la
responsabilidad de crear alternativas que trunquen estos caminos sin
salida. La historia de Mabel acaso es el hilo que enhebra otras
historias, ese país que quiere respirar primavera y patria grande,
con futuros genuinos, anclados en raíces propias y derechos
recuperados. Esos otros mundos por los que Barriletes revolotea y
encausa deseos, tiene que ver con ese horizonte de trabajo, culturas,
historias de luchas, encuentros, resistencias, dificultades, que
atraviesan las vidas de los niños, niñas, adolescentes y adultos
que pasaron y pasan por el territorio del país hecho a mano y a
pulmón. El país del Nunca Jamás, hay niños jugando, sol
resplandeciente, abundancia, alegría, utopías, esos instantes que
alumbran el corazón. Es el momento de resistir, construir, abrazar,
celebrar.
Mirar para atrás
Marcelo Mesa y
el derecho de todo trabajador
Entre la arena y el río, los pájaros y el aire, el horizonte y el sol, las semillas y la tierra, el hornero y su nido, los rieles y los pueblos, hay un diálogo profundo, de siglos. Son caminos aprendidos que llevamos dentro como cepas que alumbran sentidos, pensamientos, la existencia del estar en pie, encontrar encrucijadas y el amigo que te lleva a un puente hacia otros destinos. “Mirar atrás” es poder parar en el trayecto y contemplar lo construido con tus propias manos. Así lo vive Marcelo Mesa, cada vez que se sube a la escalera de su propio presente.
—Este estudio es un sueño hecho realidad, pensando en aquel inicio en calle Perú – lanzó Marcelo cuando observó el estudio de radio Barriletes, sintiéndose parte de una historia en la cual él es protagonista.
Marcelo es vendedor
de la revista, desde hace 14 años. Nació en San José de Feliciano
y es otra víctima del descalabro de las políticas neoliberales.
—Yo era playero de una estación de servicio, hacía changas y no llegaba a fin de mes. Por intermedio de mi ex compañera conocí Barriletes, y luego ella se fue y yo seguí con la revista. Era un momento muy difícil para salir a vender, por el tema del federal, era patear la calle, llegaba a casa cansado pero siempre con fe, había que seguir batallándola.
La revista fue que
lo llevó a conseguir unos mangos más para poder subsistir.
Anteriormente trabajó en la construcción, fue jardinero, y antes
recolector de la fruta en Concordia. Fue ladrillero, uno de los
oficios más antiguo, más rudo y desamparado. Un proceso que viven
miles de ladrilleros de norte a sur, de este a oeste. Es la trágica
consecuencia de los gobiernos que se aggiornan a los intereses
empresarios y contratos leoninos que asfixian nuestras economías:
trabajadores sin trabajo, familias y niños en la intemperie.
—Fui ladrillero, un trabajo bastante rudo, allí trabajé 6 años, tenía 24 años, un oficio muy sacrificado, no volvería a ese trabajo. Yo cortaba 1200 ladrillos, o sea eran mil doscientas flexiones por día, yo sufrí dolores en la cintura, trabajar con el adobe llenar el molde, volcarlo en el piso, lo das vuelta, y de ahí lo sacas y volvés a empezar. Era cuestión de necesidad, quedan pocos cortadores de ladrillo, se va perdiendo el oficio.
Y se me cruza la
canción “Destino de ladrillero” de Marcelo Berbel, interpretado
en Rock Metal por Malón en el tema “Cancha de Lodo”:
Tengo las manos
cansadas
de hacer
ladrillos ajenos
mi sangre se está
mezclando
con el barro de
pisadero.
Hay días que me
parece
chapalear en un
chiquero
Mirando aquellas
casonas
que se han hecho
con mi esfuerzo.
Cada quincena que
pasa
se me viene abajo
un sueño
el patrón no me
sujeta
más siempre le
estoy debiendo.
Cuando me tiño
de vino
me limpio el
barro por dentro
mirando pasar la
vida
hecho carga rumbo
al pueblo.
En meses paso
jornadas
sin mirar cómo
es el cielo
me estoy
mezclando a la tierra
me estoy
sepultando vivo.
Y pensar que se
llevan
mis sudores los
ladrillos
cada vez me
cuesta más
alzar el molde
barrero.
Será por estar
cansado
de andar hundido
en el suelo
húmeda cancha de
de lodo
donde se amasa mi
tiempo.
En meses paso
jornadas
sin mirar como es
el cielo
me estoy
mezclando a la tierra
me estoy
sepultando vivo.
Esta identidad
ladrillera, aun sigue en Marcelo, pero esta vez puede mirar el cielo.
—Con el trabajo de
la revista Barriletes me puedo manejar con el tiempo, uno o dos días
me puedo quedar en casa para hacer mejoras. Me quedo con la revista,
es un trabajo más saludable, conozco gente, gente de muy buen
corazón, que me aconseja, me felicita que ande con la revista y no
con otra cosa, me desea buenos deseos. Siempre busqué la forma de
salir adelante.
Tiene 46 años, 3 hijos, ya es abuelo y está muy contento. Con la revista pudo asistir a sus hijos, proveerlos de ropa, zapatillas, y también poder invertir en su propia casa.
—La revista me da independencia, no es sacrificado, no hay horarios, distintos de los demás trabajos eso de cumplir horarios, pero Barriletes me dio esa oportunidad, otros oficios me han esclavizado y no podía hacer las cosas mías, gracias a la revista tengo esa oportunidad, poder hacer algo en mi casa, y antes no lo podía hacer: quedarme en casa y hacer algún revoque -soy albañil también- , levantar una pared. Antes esto no lo podía hacer porque no tenía tiempo y eran trabajos muy duros, el trabajar a la intemperie tanto en invierno como en verano. Yo me organizo primero con el dinero, para poder comprar la tanda de revistas, y luego duplico ganancias, tengo 103 clientes me queda un buen margen de dinero, para mí es una gran ayuda...El respeto vale un montón para comunicarse con la gente, hace 14 años que vendo la revista y no lo dejaría, es mi fuente de trabajo, yo confío en la revista como el primer día.
—Gracias a la
revista puedo mirar para atrás. Llego a mi casa y decido quedarme
todo el sábado para dedicarme a hacer pequeños avances en mi casa,
plantar en el jardín, colocar árboles, antes no tenía ese tiempo,
no podía disfrutar de nada, a veces ni veía a mis hijos cuando eran
bebés, trabajaba 14 horas por día, era una cosa de locos, llegaba
agotado y al rato ya tenía que salir a trabajar, vivía más en el
trabajo que en mi casa, el único tiempo que tenía era el domingo y
estar con los nenes y ser por un rato papá. Cuando empecé con la
revista tuve más tiempo para mis hijos, esa fue mi escala. Hace unos
años conseguí un terreno municipal y la revista me dio la
oportunidad de hacer mi casa de a poquito, yo no tenía vivienda
cuando comencé en Barriletes. Yo soy mi arquitecto y mi mano de
obra, muchos me dicen que me parezco al hornerito cuando hace su nido
(porque no tengo andamio, solo una escalera en la que solo puedo
subir y bajar constantemente) pero lo hago con mucho entusiasmo y ese
es el tiempo que valoro y que me da la revista, antes no lo podía
hacer.
—Barriletes fue el
después de los otros trabajos que tuve. Ahora miro para atrás y hay
algo; y hay más tiempo, y por ahí también tengo tiempo de hacer
otras changas. La revista me dio ese tiempo, casi que tiene más
valor que la plata, quizás.
La infancia
canilla
—Cuando yo era chico vivía en la casa de una maestra. El marido tenía una imprenta de un diario en Feliciano, él hacia las notas también, el escribía a máquina y luego imprimía, y yo era el repartidor, hasta ahora me acuerdo, ahí me fui formando. Se llamaba “El Semanario” que se distribuía en la ciudad, trataba todo tipo de temas y de fútbol, sacaba el boletín oficial, era su fuente de trabajo, y él era dibujante profesional. También hizo el logo de la Fiesta del Ternero, y un día tomando mate me contó cómo se le ocurrió el dibujo. En lugar de hacer un ternero común y corriente se le ocurrió hacer un gaucho y le puso la cabeza del ternero. Era un profesional con el lápiz, aprendía mucho mirándolo, yo tenía unos 12 años, trabajé ahí desde el ´78 a los´80. Ahora voy a cumplir 47 y todavía lo recuerdo, fue mi formación, lo que soy se lo debo a ellos hasta que años después caí en Barriletes.
Marcelo distribuía el semanario por las calles de Feliciano en bicicleta, luego se animó a manejar el mimeógrafo hoja por hoja, “era como una fotocopiadora mecánica y había que colocar la tinta con un rodillo”.
—Yo hacía el
reparto y luego me iba a la escuela, almorzaba en el comedor de la
escuela N.º 1 Cornelio Saavedra. Y a la tarde continuaba el reparto,
eran como 200 ejemplares los que tenía que distribuir y de esa
venta, me tocaba mi parte. También yo compaginaba las páginas y las
abrochaba, montaba los pliegos, eran de 20 cm de largo. El caballito
de batalla de este hombre, era el chiste de atrás que dibujaba y
pensaba él, el personaje de la historieta era Inocencio, y por ahí
se cansaba el hombre y no salía, pero la gente lo esperaba y lo
reclamaba, lo primero que hacían era mirar la contratapa. Este
hombre también era artesano y dibujaba sobre el cuero, se llamaba
Miguel García, todos los conocen allá, falleció hace tiempo. Yo le
cebaba mate y también intenté dibujar, pero nunca llegué a lo que
era él. Esa es mi historia.
Y así se presenta Marcelo Enrique Mesa, nacido en San José de Feliciano, vendedor en aquel tiempo de El Semanario. “Hoy soy vendedor de la revista Barriletes, desde hace 14 años. A los futuros clientes les digo, que puedan comprar la revista para seguir este sueño, el sueño que tenemos todos”
El derecho de todo
trabajador, mirar para atrás y ver lo construido, con la fuerza de
su trabajo y de su propio empeño. Un otro mucho fue posible para
Marcelo ¿Será posible el país del Nunca Jamás? Una ciudad que
promueva políticas públicas para generar trabajo estable y
sostenible, autogestionado y cooperativo, con desarrollo de circuitos
de producción y distribución. Un proyecto participativo basado en
la articulación y el debate político entre la sociedad civil, las
entidades intermedias, escuelas, universidades públicas, ámbitos
privados -entre otros actores- y organismos del Estado, que
constituya un territorio potente para desandar los imperialismos y
caminar hacia la emancipación, paso a paso, como el hornerito.
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