Me gusta el Diego




(Revista Barriletes Marzo 2017)



A mí me gusta el Diego.
Siempre dispuesto a meterse en quilombos, a inventar problemas y buscarlos, a involucrarse en puteríos complejos e innecesarios. Si es menester, infames. Cuando todo parecía en paz, desordena, cambia de parecer acerca de pareceres que ya había cambiado, se confronta de modo inesperado, suma y cambia de enemigos. No conforma ni se conforma. Donde cualquiera quisiera estar quieto, el gordo se mueve e incomoda; para qué: para nada. Donde quisieran estar muchos, está él, y es su mérito. Y más molesta todavía, porque ya quisieran estar ahí, y se irritan. Lo quisieran manso, correcto, mostrando la casa, agradecido. ¿A quién? Al Diego no le importa: ahí va de nuevo: no te debe nada a vos ni al destino. Lo quisieran agradecido y correcto; esto es: sumiso, pero a él no le importa. Lo quisieran manso, correcto, agradecido, viejo. Donde estarían respetuosos -por miedo a perder supuestos- el tipo duplica la afrenta. Lo querés andrajoso y se pone oros; lo pretendés de fiesta y se pone harapos; si lo querés de derecha será de izquierda y viceversa, si lo querés vulgar será refinado y al revés. Lo querés muerto y no se muere: LTA: renace. Según te agarre, lo vas a amar o a odiar. Intelectual de fuste con todo el cuerpo puesto en el mundo, al famoso espacio de confort se lo pasa por las partes. Hay, sin embargo, una consistencia, un derrotero coherente y preciso, una selección de posibles, una composición implícita y genial. Aah, que vos actuarías distinto?; sì, te creo, pero vos no sos Maradona, ni serás: estarías sacándote fotos en las cataratas. Diego es una performance permanente, un cuestionamiento. La magia en un mundo ya indisimulablemente necio y de artificio vulgar en el que todos se fingen buenos sin éxito.


Aldo Vercellino (Febrero - 2017)

Comentarios