Escrito
por Nedi Nardin. Relato vinculado a su etapa de maestra en Conscripto
Bernardi (Federal-E.Ríos) allá por los años 50, zona rural, en la
Escuela Nacional N.º 85 hoy provincial N.º 148.
(Revista Barriletes Nº 84 – Setiembre 2008-)
Primer
Grado Inferior (nunca se me ocurrió, y a nadie, que fuera
peyorativo) “Huevo e`tero” le decían a Eugenio, alumno de
peculiar apariencia, con cabeza tirando a ovoide, de corto y suave
pelo rojizo, cara pecosísima y ojos verdes como los de su madre,
lavandera y de todo trabajo, conocida por ser brava: por ejemplo,
acariciando la mesa con suaves planazos del cuchillo, le explicaba al
estanciero que los jornaleros de la esquila tenían derecho a comer
del novillo carneado, tan buenas porciones como los dueños.
A
Eugenio se lo veía muchas veces reconcentrado, pero era sociable y
le gustaban las bromas y el juego, como a sus iguales. Pero estudiar,
no. Cuando lo llamé al frente para que leyera, avanzó, con su libro
flamante, procedente del CNE, sin la menor idea de lo que había en
la página indicada, analizada en clase el día anterior. Dicha
página presentaba una hoja acorazonada, de colores entre verde y
gris, para ilustrar la palabra generadora HOJA, que, según el
sistema imperante, debía desarmarse en sílabas y luego en letras,
éstas pronunciadas con su sonido: eme era mmmm; “d” era dddd, y
así.
Parado
ahí, como un Oscar con saquito apretado de pelo de camello -alguna
dádiva de lejana procedencia- estudió la figura con esfuerzo,y se
largó: durano (durazno) (la clase, muda y desconcertada
ojeaba a la maestra y al inventor). Yo, nada. “du-ra-no” y
espiaba la reacción del público “ddd..sh..tttt” (cualquier
ruidito, algo) Ah, no aguanté más, solté la carcajada y le di un
abrazo, Eugenio querido; con qué alivio sonrió y fue a sentarse,
entre el jolgorio de los demás, especialmente de los que sabían de
la lectura, no eran todos.
¿Y
Panchito? No hacíamos estadísticas de desnutrición en aquella
época y lugar, quizá hubiera sido un número, delgadito y algo
pálido, alegre y movedizo,un pajarito que se comía varios platos en
el comedor regido por Nieves, que cocinaba tan rico. Los vocablos de
Panchito no serían académicos,pero qué bien los usaba: juir,
por ejemplo. Triste, expresa desde su primer banco: señorita, se me
perdió la goma. Y de pronto, la ve, en el suelo, debajo del
pizarrón; y estalla, contento: ¡Mirá p`ande se juyó!!
Llegaron
a la escuela alpargatas para todos. Maestros, a repartir y asignar
adecuadamente. Algunos, no sabían de medidas rurales,
─Panchito
¿cuánto calzás vos?
Él
recostado a la pared, extiende la pierna y muestra la zapatilla -la
alpargata bigotuda-
─Estas
son del tré, pero me andan juyendo.
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