Amar
la revolución
Por Jorgelina Londero
"El
amor ha sido el opio de las mujeres
como
la religión de las masas.
Mientras
nosotras amábamos,
ellos
gobernaban”
Kate
Millet
Asamblea
participativa de mujeres organizando el paro internacional de
trabajadoras el 8M en Paraná como en el resto del mundo.
Entre
San Valentín y los 30 años del feminicidio de Alicia Muñiz, la
feminista Coral Herrera Gómez nos desafía a “despatriarcalizar,
descapitalizar, deconstruir, desmitificar, colectivizar y re-inventar
el amor” para relacionarnos horizontalmente, sin jerarquías y sin
estructuras de dominación ni sumisión.
El
14 de febrero -como desde hace mucho- una buena parte de la población
consumista celebra “San Valentín” o el “día de los
enamorados” y otras personas recordamos y exigimos justicia por el
feminicidio de Alicia Muñiz en manos de Carlos Monzón. Y todos los
años surge el mismo debate respecto de los vínculos sexoafectivos.
En
esta etapa de patriarcado y capitalismo deshumanizados en la que la
gente vive con miedo y odio, amarse es una forma de resistencia. Es
la posibilidad de luchar contra la soledad del individualismo, y es
la única cura posible de las enfermedades de transmisión social
(homofobia, lesbofobia, transfobia, xenofobia y racismo, misoginia,
machismo, clasismo, gordofobia, etc.).
"El
amor ha sido el opio de las mujeres como la religión de las masas.
Mientras nosotras amábamos, ellos gobernaban. Tal vez no se trate de
que el amor en sí sea malo, sino de la manera en que se empleó para
engatusar a la mujer y hacerla dependiente, en todos los sentidos.
Entre seres libres es otra cosa" escribió la activista y
teórica feminista, Kate Millet en el año 1970 en el libro que
denominó “Polìtica Sexual”.
“Que
viva el amor compañero y el compañerismo amoroso” es el título
de la opinión que compartimos de Coral Herrera Gómez, escritora y
comunicadora feminista española radicada en Costa Rica, conocida por
su crítica al mito del amor romántico y sus reflexiones sobre las
posibilidades de desearse y amarse de otros modos.
“El
amor se está poniendo de moda: ya no es un asunto del que
avergonzarse, ya por fin la gente entiende que no es un asunto tuyo
que pertenece a la esfera de tu intimidad y privacidad. Es un asunto
colectivo: lo romántico es político. Aprendemos a amar a través de
la familia, la socialización, y la educación. Nos meten el
romanticismo patriarcal en vena a través de la cultura: con mitos,
estereotipos y roles sublimados nos explican qué es lo anormal y qué
es lo normal, cómo son las mujeres y cómo son los hombres, y cómo
se relacionan entre ellos.
Nuestra
cultura es patriarcal, nuestra forma de relacionarnos es, pues,
patriarcal. La ideología de la construcción social y cultural del
amor es patriarcal y capitalista, por eso amamos todos así, y no de
otra manera. La buena noticia es que el amor se puede
despatriarcalizar, descapitalizar, deconstruir, desmitificar,
colectivizar y re-inventar, y además creo que tiene un hermoso y
noble potencial revolucionario”.
Lo
que Coral Herrera Gómez nos dice es que los relatos románticos
sirven para que asumamos como natural esta forma de organizarse en
jerarquías de manera que pocas personas dominen al resto. Sólo que
en lugar de luchar contra quienes tienen el poder, los medios, las
tierras, los bancos, y los puestos de poder, lo que el capitalismo
quiere es que nos entretengamos mejor en hacer la guerra permanente
contra nosotras mismas, y entre nosotras.
El
feminismo es la respuesta de las mujeres para vivir libres, felices y
dignas.
“Frente
al paraíso romántico individual que nos promete el amor eterno,
somos muchas los que seguimos deseando alcanzar la utopía colectiva,
aquella en la que todos nos salvamos creando redes de cooperación y
ayuda mutua. El capitalismo nos quiere aislados, de dos en dos, en
niditos de amor en los que permanecemos muy ocupados sosteniendo
inútiles luchas de poder, tratando de adaptar los mitos del
romanticismo patriarcal a la realidad sin mucho éxito.
El
capitalismo patriarcal nos quiere celosos, monógamos, posesivos,
amargados, miedosos, con complejos e inseguridades, y sumergidos en
las guerras románticas, entretenidos en el diseño de estrategias
que nos sirvan para retener al otro, para enamorar al otro, para
dominarlo y hacerlo nuestro. El patriarcado neoliberal nos quiere
divididos en dos grupos, y nos hace creer que hombres y mujeres somos
muy diferentes, pero complementarios. Somos mitades que si se juntan,
forman una unidad perfecta.
Y
sin embargo, no todo el mundo se aísla y malgasta su tiempo en
buscar su media naranja para salvarse a sí mismos. Son muchísimas
las personas que hacen barrio, que se organizan, que salen a la calle
a protestar contra las injusticias, las guerras, la desigualdad, la
explotación y la violencia. Y todas esas personas creemos en un
mundo mejor, y soñamos con poder parar la maquinaria de la
explotación a la que estamos sometidos los humanos, los animales y
la naturaleza. Sabemos que podemos organizarnos económica, social y
políticamente de otra manera, y que nuestras relaciones podrían
mejorar o cambiar si nos lo trabajamos individual y colectivamente”.
Si
entendemos que el sistema necesita que compitamos entre nosotres,
peleando por los escasos recursos, en permanente situación de
explotación, y culpabilizándonos mutuamente, entenderemos que la
lucha colectiva es nuestra mejor opción.
“Juntas
somos poderosas” decimos las feministas.
“Estamos
construyendo una nueva filosofía del amor que no sea jerárquico ni
se base en el concepto de propiedad privada. No queremos las
estructuras verticales, no queremos someternos o dominar, sino
aprender a crear relaciones horizontales y en red.
El
amor compañero es un amor para celebrar, para aprender, para luchar
por nuestros derechos, para ayudarnos, para crecer, para organizar
nuestros recursos, para construir normas propias, para destrozar las
antiguas estructuras que nos oprimen… Este amor compañero está
basado en el respeto, el buen trato, la ternura, la honestidad, y la
generosidad. Es ese amor de la gente que se trata de tú a tú, que
se relaciona desde la empatía y desde el intercambio de energías
positivas, desde las ganas de vivir la alegría colectivamente. Es
una forma de quererse basada en la solidaridad y el compañerismo, y
sirve no sólo para practicarlo en la fábrica, en la oficina, en la
asamblea, además sirve también para la pareja.
El
amor compañero se expande y se multiplica, y da para abastecer a
todo el entorno de los enamorados, nunca se encierra en sí mismo. No
importa si es monógamo o poliamoroso, que permanezca estable o vaya
cambiando, no importa si es entre dos o si hay más participantes, lo
importante es que la relación esté llena de amor del bueno”.
El
amor romántico es masoquismo: relaciones infernales de miedos, odio,
peleas, sacrificios, sufrimientos, etiquetas, jerarquías,
dicotomías, mandatos de género, egoísmos, y violencia.
“Son
muchos años de patriarcado encima y no vamos a borrar de un plumazo
todo lo que heredamos de nuestros ancestros porque
despatriarcalizarse requiere de mucho trabajo: tenemos que dejar de
etiquetar y generalizar, tenemos que dejar de utilizar el pensamiento
binario y empezar a utilizar el pensamiento complejo para poder
entender todos los patriarcados que nos habitan.
Gracias
a ese trabajo de desmontar el romanticismo patriarcal, podemos
fabricar nuestras propias herramientas para aprender a querernos
bien. Sería más fácil si de pequeñas recibiéramos educación
sexual y emocional para aprender a expresar y gestionar nuestros
sentimientos, para aprender a disfrutar con la diversidad, para
aprender a relacionarnos en igualdad. Si nos enseñaran en la escuela
a aprender a relacionarnos desde el buen trato y el respeto mutuo, a
desaprender todas las estructuras, y a desaprender la violencia
romántica.
Si
en las escuelas pudiésemos analizar la realidad desde una
perspectiva crítica, cuestionaríamos todos los mitos con los que
nos seduce el romanticismo patriarcal. El objetivo es que nos creamos
todo el cuento, y nos entretengamos en soñar un paraíso individual
con el que olvidarnos del mundo.
Para
no caer en la estructura machista del romanticismo, tenemos que
contarnos otros cuentos, darle la vuelta a las historias, imaginar
otros finales felices posibles, eliminar los príncipes azules y las
desvalidas y sumisas princesas rosas, crear personajes potentes que
muestren la complejidad y la diversidad de nuestro mundo. Creando
nuevos personajes, podremos conocer otros modelos de masculinidad y
feminidad y tendremos más herramientas para cuestionar el modelo
hegemónico basado en la guerra de los sexos.
Esta
educación sexoamorosa debería empezar en la infancia y no terminar
nunca: todas y todos necesitamos herramientas para aprender a
querernos mejor, para disfrutar del placer sin culpa, para aprender a
amar desde la libertad, para aprender a decirnos adiós con amor,
para aprender a construir relaciones igualitarias libres de violencia
y de machismo. Con estas herramientas podremos construir enormes
redes de afecto para hacer frente a la pobreza, a la precariedad, a
la explotación. Esas redes serían una forma de resistencia frente a
un sistema que no es capaz de asegurar nuestro bienestar ni
garantizar nuestros derechos más básicos”.
Herrera
Gómez nos propone que para poder organizarnos mejor, para
relacionarnos de otra manera y transformar el mundo en el que
vivimos, tenemos que trabajar los muchos patriarcados que nos
habitan. Liberarnos de la necesidad de dominar a los demás, aprender
a convivir con la gente que nos rodea, aprender a querernos sin
poseernos, aprender a unirnos y separarnos con amor.
Necesitamos
animarnos a probar y equivocar, con seguridad.
Necesitamos
más compañeres y menos enemistades.
Necesitamos
aprender que querernos es un ejercicio político.
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