Colectivo de Educadorxs Barriales

Nota de tapa (Noviembre, 2018)

Para que Capibá rime con libertá: la experiencia del Colectivo de Educadorxs Barriales


Hoy vi una flor
idéntica a una estrella, estaba en medio de un terreno abandonado,
y como buena flor silvestre crecía exuberante,
desmadrada. 

Claudia Masin

Por Milena Frank 




Me encanta la palabra Capibá. No sé de dónde viene ni qué significa. Es una palabra que suena, una palabra para paladearla una y otra vez. Eso mismo voy haciendo mientras viajo en el 12, que agarra por atrás de la Escuela Hogar, pasa por el Chango más, llega hasta Zanni y sigue camino a Oro Verde. Paso el parque Gazzano, una escuela primaria y en un trecho más ya lo veo a Martín que me está esperando para ir hasta el salón comunitario en donde el Colectivo de Educadorxs Barriales sostiene, junto a niñes y vecines del barrio, distintas propuestas educativas y culturales. 


En el camino, iba charlando con dos señoras sobre la impuntualidad de los colectivos en Paraná -habíamos estado esperando el 12 más de una hora- y como ya les tenía un poco de confianza les pregunté si sabían dónde había que bajarse para ir al Capibá. Enseguida, ellas menearon a la par sus cabezas para decirme que tenga cuidado, que ese barrio es peligroso, “vos, una chica buena...”; vos, una chica rubia; vos, una chica con ojos celestes y tez blanca. Yo supongo que las señoras también quisieron decirme eso con: “vos, una chica buena”. Porque es bastante común asociar bondad y amabilidad a piel blanca y pelo rubio, y por el contrario, maldad y peligro a piel morena y pelo morocho. No las culpo a las señoras que preocupadas por mi bienestar me recomendaban cautela y precaución, y si era posible no volver después de las 7. No las culpo, porque es una asociación históricamente arraigada en nuestro imaginario y por eso, resulta tan difícil de desnaturalizar. Sobre esto mismo habló Jesús Fontanini en la nota de tapa del mes pasado, “No aclares que oscurece”, mostrando qué hay detrás de tantos años de borramiento de la presencia afro en nuestro país. Y también habló Alfredo Hoffman en su nota “Mi gorra no es delito” del mes de septiembre. Justamente ahí, Alfredo comenta sobre un proyecto de investigación que llevaron a cabo en 2016 estudiantes avanzados de la UNER y que se tituló Mi gorra no es delito, mi piel no me define. Las juventudes y la violencia institucional en el barrio Capibá de la ciudad de Paraná. Ahí, les estudiantes afirman que: “El discurso del joven como delincuente cobró relevancia en la década del `90 a partir de que este sector social dejó de ser relevante en la escena política argentina. Abonan el pensamiento de que las construcciones sociales son funcionales a la identificación de un “enemigo” al que se vincula con el sentimiento de “inseguridad” (Pág. 8). Evidentemente, las señoras no hacían otra cosa que sentir eso que deviene de toda una serie de procesos discursivos que tenemos arraigados y que en tanto discursos, también inciden en las cosas que hacemos. Cuán arraigado tiene que estar ese sentimiento en relación a les pibes del Capibá, para que haya una investigación universitaria sobre eso, ¿no? Y, ¿cuán arraigado tiene que estar como para que un pibe de 20 años que vive en el barrio, Gabriel Guzmán, sea asesinado por la bala de un policía?



Comunicado del Colectivo de Educadorxs Barriales (Octubre de 2018)

Desde el año 2009 trabajamos de manera solidaria e independiente de todo partido político, iglesia u organización gubernamental, en el barrio Capibá. Brindamos apoyo escolar, talleres, la merienda a gurises de la zona. Hemos compartido muchísimos momentos de alegría, de logros, de esperanza y también de dolor, de impotencia, de injusticia con ellxs y sus familias. Si hay algo que fue constante todo este tiempo, gobierne quien gobierne, fue el absoluto abandono por parte del Estado. En el barrio no hay una escuela, no hay un centro de salud, no hay luminaria, no hay asfalto, no hay cloacas. Durante muchos años se reclamó para que se haga una garita de colectivo en el lugar, y hasta hace muy poco, el que llegaba al barrio sólo pasaba hasta las 21 hs.

En el 2014 se construyó el barrio de empleados de comercio del otro lado de la ruta y todos los desagües fueron directo hacia el Capibá, provocando graves inundaciones cada vez que llueve. A nadie le importó que allí vivían ya cientos de familias desde mucho antes. Junto a lxs vecinxs, hemos realizado innumerables reclamos a la municipalidad para que se realicen las obras necesarias. Obras cuyo dinero fue prometido por varias gestiones municipales y provinciales. Obras que nunca se hicieron. Plata que alguien de arriba se llevó. Algunos políticos se han embarrado apenas sus zapatos de marca para sacarse una fotito en época de elecciones... el resto del tiempo, el Estado brilló por su ausencia. Pero pensemos por un momento, ¿no es acaso una decisión política sostener la marginalidad de un territorio? ¿No es una decisión mantener las calles en paupérrimas condiciones, donde ni las ambulancias pueden entrar y la recolección de residuos tiene frecuencias bajísimas que propicia la formación de minibasurales?

El barrio fue creciendo al ritmo de la ciudad, con familias acarreadas y excluidas de otros barrios y del sistema capitalista para el que lxs pobres no son más que mano de obra esclava, que si sobra, se descarta o se amontona en los rincones más olvidados de los suburbios. Hace varios años se vienen sucediendo episodios de violencia, denunciados en reiteradas ocasiones por lxs vecinxs. Frente a esto, la respuesta de las instituciones ha sido más que consecuente con su accionar: nada. La nada misma. Permitir que los conflictos crezcan y se acentúen y cuando la olla está por explotar, intervenir metiendo plomo. La inseguridad de las y los vecinos va mucho más allá de los robos... la inseguridad en el barrio Capibá se vive con este permanente abandono por parte del Estado.

El lunes pasado, la policía de Entre Ríos, le dió un tiro en la nuca a Gabriel Gusmán, un joven de 20 años que murió desangrado tirado en el piso a plena luz del día; a la vista de gurises y familiares que denunciaban a los gritos la complicidad de los policías presentes en el lugar con la venta de droga en el barrio. La prensa local enseguida se apuró para llenar de morbo y amarillismo los medios. Gran parte de la sociedad aplaudió el hecho desde temprano... "Un negro menos"... "era una rata"... "que se maten entre ellos", fueron los comentarios más suaves que desfilaron en las redes sociales. Pocas son las personas que se detienen a pensar de dónde vienen la inseguridad, el delito, la desigualdad, la violencia. La cúpula de la policía provincial, con Gustavo Maslein a la cabeza, no tardó en felicitar a Diego Ibalo y Rodrigo Molina por su accionar represivo. La doctrina Chocobar sigue impune tirando por la espalda. El asesinato de Gabriel Guzmán no es más que el resultado de la negligencia, la marginación y el abuso de poder que viven a diario las familias.

Mientras tanto, nosotrxs seguimos en el barrio. Todo esto, no nos quita la convicción de que la educación y la cultura son las herramientas que podemos compartir para contrarrestar tanta desidia de quienes deberían garantizar los derechos de lxs niñxs y las familias del Capibá. Abrimos el salón en el que trabajamos y un montón de gurises nos reciben con los detalles que no salen en ningún canal. No son pocos lxs que durmieron con la imagen en su retina de un cadáver tirado en el lugar donde juegan a la bolita o a la pelota. No son pocxs lxs niñxs que soñaron con la muerte. El miedo, el miedo como única respuesta por parte del Estado, se impone para disciplinar a los sectores más vulnerables.


Entrar en un caleidoscopio

Para llegar al salón comunitario hay que pasar por un pasillito. La dirección exacta es calle 937 s/n. Es fácil reconocerlo, porque está pintado de colores y en una de sus paredes hay un mural hecho con tapitas de gaseosas. Cuando llegué, les gurises estaban dibujando. Enseguida me recibieron con la alegría de recibir a alguien en un lugar querido, como si ya me conocieran de algún lado. Dos chicas me mostraron fotos de actividades que habían hecho, cuyos recuerdos están para ser revisitados en portaretratos de cartón que hicieron y colgaron en todo el techo. La primera que me contó qué hacen todas las semanas ahí en el salón es Rosa Esmeralda, quien tiene 11 años:
“–Hola, yo soy Rosa Esmeralda Villarreal y vengo todo el tiempo acá, desde que tengo memoria. Hace mucho. Este lugar es como parte de mi familia, porque siempre nos ayudan acá a hacer todo. Hacemos batucada, feria, obra de teatro (muchas obras de teatro), tenemos un grupo, nos enseñan a tocar la guitarra, muchas cosas. Y al fondo tenemos una huerta. Tenemos acelga, repollo, lechuga, cebolla de verdeo”.
Después de charlar un ratito, nos fuimos con algunas chicas a mirar la huerta. Ahí me contaron qué habían plantado, cómo lo hacen y recordaron una comida colectiva que hicieron todes juntes hace un tiempito, con la cosecha. Nos sacamos unas fotos entre el repollo, la acelga, la lechuga y los murales que ellas pintaron y volvimos adentro para seguir conversando.
Alrededor de una mesa nos acomodamos para empezar la entrevista, que para mi sorpresa, arrancó con una pregunta que me hace Rosa: “¿vos cómo hacés la revista?”. Ya todes sabían que estaba ahí para conocer qué hacían y después escribir una nota para la Barriletes. Entonces, les conté cómo hacíamos para publicar la revista todos los meses y cómo quería que sea esta nota, que tenga muchas voces y guarde algo de toda la alegría de infancia con la que me fui esa tarde. Y después sí, comenzamos la entrevista para conocer más la experiencia del Colectivo:

–¿Cómo es que llegan acá, a este lugar?

Rosa: –Ellos llegaron en colectivo…

Pato: –Siempre llegamos en colectivo porque no tenemos auto, eso es verdad. Primero, llegamos algunas y algunos más o menos en el 2009-2010. En ese momento hubieron dos cosas que pasaron en simultáneo: conformamos el Espacio Libertario Paraná, y por otro lado, un compañero del Espacio Libertario se vino a vivir al barrio, acá delante del salón.

Maxi: –Él toma todo este terreno: su casa y este terreno.

Pato: –Y en ese momento nos dijo que cuando él llegó, conversando con los vecinos y las vecinas -como llega quien llega- le preguntan si él podía dar apoyo escolar a algunas de las gurisas y gurises que ahora ya no vienen más acá porque son más grandes. Ahí nos invita. También eso habla de que como Espacio Libertario queríamos estar en un barrio, en un territorio y salir del centro de Paraná. Pero no solamente vinimos desde el Espacio libertario, sino también con otras y otros. Por ejemplo, la Chula que hoy no está acá pero es una compañera que siempre estuvo apoyando y siendo parte también.

Maxi: –Claro, el trabajo territorial empezó a cobrar con el tiempo cierta autonomía, sobre todo por las otredades que habitaban el espacio y no se consideraban ni parte ni reinvindicaban las ideas anarquistas. Entonces, empieza a surgir la necesidad de separar esos espacios. Existía ese Espacio Libertario, y por otro lado, un grupo humano de trabajo territorial que tenía una identidad y una impronta propia, que tenía que ver con la horizontalidad, la acción directa, la autogestión, el mantenerse al margen por abajo y fuera del Estado y las instituciones. Ideas que son el cimiento de este grupo y hasta el día de hoy las venimos sosteniendo con un grupo humano que no es el mismo del que conformaba en ese entonces. Es de ahí que conformamos un colectivo independiente con sus propias ideas y sus propias acciones en el territorio. En eso, se organizó un encuentro que se llamó “Por abajo y fuera del Estado”, en donde surge la necesidad de ponerle un nombre y de ahí este de Colectivo de Educadorxs Barriales.

–Así que son un colectivo heterogéneo y vienen de diferentes disciplinas y saberes…

Pato: –Sí, algunas nos conocemos de la Facu, de Barriletes, de las bandas, u otros espacios culturales. Algunas estamos en formación docente, de salud mental, en otras formaciones no vinculadas a la academia.

– Y durante la semana, ¿qué actividades y/o talleres tienen?

Mili: –Las chicas acá tenemos un grupo los jueves, un grupo que solo es para las chicas. Hablamos diferentes cosas, eso de la menstruación y eso.

Martín: –Y ahora estuvimos dibujando y haciendo varias cosas. Yo vine cuando empezamos el mural ahí afuera con las tapitas y lo terminamos de pintar. Y después, hacemos libretitas, carteles, dibujos...

Maxi: –El apoyo escolar todos los días está presente por ejemplo. Ha sido todo un proceso el ir separando un poco para darle un lugar a otras cosas. El apoyo escolar como un necesidad, claro, pero también deseamos que la gurisada se apropie de este espacio y hagamos otras cosas. Por eso por ahí los martes venimos y hacemos de todo. Martín dibuja, mantenemos la huerta, un montón de cosas.

–¿Cómo vienen con la huerta; qué sembraron?

Maxi: –El día fijo para trabajar en la huerta es el miércoles a la mañana. Pero después como requiere mantenimiento, se le va todos los días haciendo algo.

– Y eso que contaban las chicas de la comida que hicieron acá, ¿fue hace poquito?

Mili: –Con la huerta que hacíamos, ustedes cocinaban. Hace cinco años que hicieron eso.

Pato: –Sí, hicimos una huerta y produjo porque la tierra es maravillosa. A cargo de ellas. Y también a la par de eso, porque acá participaron las familias de vecinos en la construcción física del salón, hacíamos comidas los fines de semana mientras se construía.

Maxi: –Y bueno, fijos estamos lo martes, miércoles a la mañana huerta, jueves taller de las chicas y teatro, y merendero también. Sábados a la mañana también tenemos apoyo escolar. Y estamos generando también muy de a poquito, un espacio de varones.

–¿Cómo convocan a les gurises?

Pato: –En un principio, todos y todas los que viven alrededor, eran parte del proyecto, porque además, dimos apoyo escolar en un principio en la casa de Mili, cuando ella era chiquita. Y después en otra casa hasta que pudimos usar esto. Salimos a volantear. Incluso, ellas y ellos se corren la voz. Invitan a sus amigas, amigos. A veces son 30, y otras veces somos menos.

–¿Acá en el barrio hay otros proyectos así?

Mili: –Sí, hay hockey, fútbol en la plaza. Y también está la UOM, y hay un club, el Capibá.

Maxi: –El sábado pasado también, propio de esta coyuntura que estamos pasando, vecinas de manera independiente se habían empezado a juntar para sostener ollas populares en donde la vecinada va, busca la comida y se la lleva a su casa. Eso de manera independiente y autogestiva también, porque consiguen donaciones.

–Y, ¿además de Barriletes, articulan con otra organización? ¿Qué otros vínculos tienen?

Martín: –Con la gente del barrio, con las familias.

Maxi: –Y hemos articulado como colectivo organizando las Jornadas Antirepresivas, coordinamos con otras agrupaciones para realizar esa jornada. También coordinamos con las Dragonas en el Contrafestejo anterior de 2017, participamos con la gurisada del contrafestejo, estuvieron bailando. Y con la Jornada de Derechos Humanos de la Escuela Guadalupe también.

–¿Pueden contar un poco qué idea tienen de educación, cómo piensan esta práctica en relación con su experiencia?

Pato: –Algunas cuestiones que hemos conversado es por ahí ponernos en cuestión por qué damos apoyo escolar. A veces, nos hemos parado en un lugar muy crítico con respecto a la educación formal y parecía como que no alcanzábamos a divisar que terminar la escuela es bueno, y también lo es poder darles una mano si es que la necesitan. A ellas, o algunas mamás también. La idea es después poder elegir. Nosotros no podemos venir a decirles: “no termines la escuela, es una porquería, tenés que seguir la educación no formal”. Sino que ellas tienen que elegir, según qué proyectan. El espacio éste trata de ser distinto. Ir corriendo el apoyo escolar nos permite abrir otros espacios, entonces hay para crear. La educación va para ese lado también, los comportamientos de todos los días, esto, escucharnos cuando hablamos, la huerta, dibujar, etc.

Maxi: –Incluso la apropiación misma de este espacio. Ellos vienen acá y saben que es suyo. Los límites, claro que hay límites eso está claro, nosotros abrimos la puerta. Pero tratamos de ceder cada vez más, ir derrumbando cada vez más, y que la separación sea la mínima indispensable. Y generar nosotros mismos y ellos una autonomía. Siempre hablamos de esto, el espacio es de ustedes, si vos no lavás la taza esa, la voy a lavar yo u otro compañero tuyo. Entonces, tenés que lavar tu taza. Cuidar el lugar, cuidar lo vincular.

Martín: –Yo por ejemplo trabajo también ahí en la Guadalupe. Y siempre hice talleres de artes visuales, nada específico. No estudié para docencia, pero siempre me interesaron los espacios como los de Barriletes, los de la Guadalupe, que son diferentes. En donde los gurises van por su decisión, porque quieren ir. Ahí ya hay una diferencia. Vos también vas a aprender, vas a generar una cosa que es colectiva.

Maxi: –Siempre tratamos de fortalecernos hacia adentro también, cuidar a la gurisada, cuidar mucho este espacio y hacer. Entonces los motes, las definiciones, los grandes títulos nunca nos cuadraron demasiado. Siempre pensamos más en esto de cómo nos organizamos nosotros, cómo contenemos a la gurisada, cómo actuamos en el marco de esta coyuntura que nos atraviesa, cómo nos contenemos entre nosotros para poder seguir sosteniendo este lugar. Es como ese dicho de “los nombres lo ponen los de afuera”.

–¿Qué proyectos tienen ahora, a mediano o largo plazo?

Todes: –¡Terminar el baño! (Risas)

Maxi: –La construcción es siempre algo que vamos haciendo muy de a puchito porque es caro, y hacemos una actividad y la plata se va rapidísimo, desaparece. Y no tenemos las herramientas teóricas para poder hacerlo. Entonces, siempre estamos dependiendo de vecinos o vecinas. Pero ese es uno de los objetivos, terminar este espacio, por lo menos el baño.

Pato: –Y generamos asambleas con ellas y ellos para ver qué tienen ganas de hacer. Eso también lo hemos aprendido con el tiempo. Porque nosotros proponemos y venimos con una idea, y se va charlando.

Sofía: –Sí, es eso también. Yo ingresé hace poco, fui invitada por Pato. Y la verdad que me encontré como vos cuando llegaste, que era “seño, seño”. Son como muy cálidos los gurises. Y vamos viendo también qué hacer en el día. Es una cosa muy instantánea, y puede surgir, como ha surgido un taller de interpretación en donde nos disfrazamos y actuamos. Pero hay veces que por ahí yo vengo con las ganas de hacer eso, y no no, surge esto de dibujar. Es como que todo el tiempo importan las ganas. Si venís sin ganas no se va a hacer nada. Como somos tanto, también es importante que día a día tengamos esa comunicación, y una escucha activa. Tal vez sea un pequeño agujerito en donde podés cavar y hacer algo con eso. Tenemos que estar con esa voluntad y ganas de hacer cosas.

 –¿Cómo puede colaborar o acercarse la gente interesada?

Pato: –Puede ser por Facebook: Colectivo de educadorxs barriales. Y sino, de boca en boca. La gente que por ahí nos conoce ya sabe que estamos acá. Hay mucha gente que hace un montón de cosas muy de onda. El Colectivo somos los que venimos acá, pero después es mucha más extensa la participación. Esto de la autogestión por ejemplo, implicó que hagamos rifas, circos solidarios, y eso era ya una movida re grande de artistas callejeros, música, premios, ropa para la feria, recitales.

Maxi: –Es interesante eso que vos mencionás porque no se entiende la autogestión como un fin, sino como un medio también. Nosotros elegimos esta manera de generar nuestros recursos para mantener nuestra autonomía. Pero también en ese generar recursos nos encontramos ahí, organizando una peña con un montón de gente laburando por afinidad, poniendo el cuerpo por amor, por afinidad ideológica.

Martín: –Sí, es compartir con gente que labura en los mismos espacios, las mismas cosas. Que comprende que cada unx tienen una cosa que hace, en la que se da maña, que puede compartir.


“Los niños son felises”

Al salón en donde estuvimos charlando y en donde todas las semanas se juntan les chiques del barrio le hace falta todavía un baño y otras mejoras edilicias para las cuales se necesita contar con dinero, que en este momento del país es muy complejo de conseguir. No obstante eso, desde el Colectivo están trabajando para seguir construyendo un proyecto que empezó y seguirá siendo plural. Quien se arrime a conocerlo, verá que en las paredes coloridas con tapitas también hay muchos nombres, pintados con diferentes trazos.  En la parte de atrás, me contó Mili, escribieron a  escondidas sin que las vean, una frase que decidieron poner en ese espacio que también es suyo: “Los niños son felises”.
No encuentro un mejor modo de resumir mi visita al Capibá. Parece una ingenuidad decir esto con todo lo que muestran los medios sobre el barrio. Si alguien coloca en el buscador de Google el nombre Capibá, probablemente lo primero que se encuentre sean noticias policiales. Noticias que hablan de la muerte de Gabriel Gusmán, muchas de ellas escritas con todo el morbo que se requiere para vender esa noticia. Quien la compra, se la cree y se queda con sólo ese relato sobre el Capibá. Se queda con un cuadro en blanco y negro, sin ver los colores que también pintan el barrio.
Una herramienta clave con la que contamos frente a esta situación de estigmatización feroz y violencia hacia les pibes que viven en barrios marginados es la comunicación. Desde allí se plantean también el laburo quienes hacen al Colectivo. Y es así como ocupan un lugar de mediadores, entre el barrio, les niñes, vecinos y vecinas, acercando diferentes herramientas y saberes y poniéndolos a disposición para construir algo propio en el barrio. De esto se trata el salón comunitario que pueden visitar y si les copa, quedarse a tomar unos mates y colaborar. Un espacio hecho a pulmón y esfuerzo de un montón de gente, que propicia propuestas diversas que son charladas colectivamente. Un espacio y un grupo de personas que sale a contar cómo se vive en un barrio olvidado, en donde la única presencia estatal es la de la policía. Comunicar, tomar la palabra, para que les pibes no se queden con un discurso que les haga creer que sus vidas son menos vivibles, que son merecedores de esa violencia que reciben por parte del Estado. Comunicar, tomar la palabra, pensar, reír, hacer una huerta, cocinar, tomar mates, dibujar, disfrazarse, actuar, leer, estudiar. Todo esto y tanta cosas más pasan también en el Capibá, un barrio en donde les niñes quieren ser felices.




Comentarios