Encuentros-taller de edición colectiva

Nota de tapa (Julio, 2018)

Encuentros-taller de edición colectiva: una experiencia de articulación social para repensar nuestro paso por la Universidad pública 

Por Milena Ceccato y Sabrina Sotelo


De todos estos años que llevamos habitando la universidad pública y en particular, la carrera de Comunicación social, algo hemos aprendido: que la pregunta de la cual ningún estudiante universitario zafa es: ¿cuándo te recibís? Así, a secas. Te lo pregunta la abuela, el tío, tus viejos, la verdulera, el taxista, el profesor que tuviste en los primeros años de la facultad. Te atajan en el cumpleaños de 15 de la prima lejana, en la peña del fin de semana con los amigos de la secundaria, en el pasillo de la facultad. A esta altura del partido, caemos en la cuenta que, en realidad, la pregunta que nadie te quiere hacer (o que no te hacen) es cómo te recibís. A esa pregunta podemos imaginar muchas respuestas: “me recibí como pude porque ya quería sacármelo de encima”, “me recibí de taquito”, “me recibí, me recibí, me recibí…”. Contestaciones bastante solitarias e individuales, como muchas veces se nos presenta el mismísimo recorrido universitario. En estas líneas que siguen, queremos compartir nuestra experiencia sobre cómo estamos intentando recibirnos. ¡Spoiler alert! La respuesta es corta, pero para charlar largo y tendido: con otros y con otros otros.

Somos estudiantes de la Licenciatura en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Nos conocimos cuando empezamos a participar juntas de una Organización estudiantil de la facultad y desde ese momento también somos amigas. Luego de estar algún tiempo dando vueltas con la preocupación de cómo encarábamos la finalización de nuestra carrera, en 2017 decidimos iniciar el proceso para recibirnos. El paso previo a la tesis era diseñar y llevar a cabo un proyecto de práctica curricular: es decir, un proyecto de intervención en algún espacio laboral donde demos cuenta de los saberes adquiridos (sí, adquiridos) durante nuestra formación.
Desde el primer momento supimos que queríamos pensar un proyecto incómodo: que nos sacara del lugar holgado en que muchas veces se vuelve el aula universitaria. Incómodo porque nuestro deseo era configurar una iniciativa que nos desafiara a desaprender lo aprendido, a poner en dudas nuestras habilidades, a conocer haciendo con otros, a construir conocimiento en la discusión con otros. Incómodo porque ahora la pregunta dejaba de ser cuándo o cómo nos recibíamos para pasar a ser para qué nos recibíamos...
Tenemos que admitir que esta visión de mundo desde la cual nos paramos para emprender esta aventura no nacía de un repollo. La experiencia que veníamos construyendo en el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación se transformó en militancia político-organizativa cotidiana y con ella la manera de ver/discutir/construir la institución que habitamos. En ese entonces algo se transformaba, porque empezaba a hacérsenos patente que en tanto sujetas universitarias éramos también trabajadoras en formación. Y eso era más que un derecho: era una responsabilidad. Esa responsabilidad implicaba e implica hoy que los que habitamos la universidad debemos permanecer en constante vinculación, diálogo, integración y construcción con la comunidad.
Con esta idea en mente decidimos comenzar a buscar una Organización social de Paraná en donde llevar adelante el proyecto de práctica. En este punto nuestro camino se cruza con la Asociación Civil Barriletes, con quienes, en realidad, ya teníamos algún contacto. Como parte del equipo docente del Taller de Especialización Gráfica II (de ahora en más, TEG II) de la carrera de Comunicación social, en el año 2016 ya habíamos realizado un proyecto de Curricularización de la Extensión junto a la Biblioteca “Esos Otros Mundos”.  En dicha experiencia los alumnos de sexto grado de la Escuela Nº 202 “Gaspar Benavento” de la ciudad de Paraná, junto a los estudiantes de TEG II  y Barriletes produjimos en conjunto una serie de postales ilustradas a partir del trabajo sobre la zona literaria del litoral.


Estas piezas comunicacionales fueron el puntapié inicial para pensar nuestra práctica curricular. Queríamos que la práctica fuese un momento de trabajo colectivo, de estar con otros produciendo y creando a partir de las discusiones del día. De esta manera nos dimos la tarea de idear un espacio de Encuentros-taller de edición colectiva en torno a dichas postales. Los actores participantes serían los alumnos de la Escuela, la Biblioteca y los estudiantes del Taller de Especialización en Gráfica I y II de la Licenciatura en Comunicación Social que participaron en aquella instancia de 2016. Los talleres tendrían el objetivo de propiciar un espacio de encuentro entre actores sociales diferentes con el ojo puesto en editar (y hablar sobre la edición) de aquellas postales que ya habían estado demasiado tiempo guardadas en un cajón.
Además de la planificación y del dictado de los encuentros-taller, nos propusimos sistematizar ─tomar notas, hacer dibujos, sacar fotos, filmar, hacer(nos) preguntas─ el proceso de discusión y producción de los materiales para repensar la articulación que se trama entre diferentes actores sociales en torno a una práctica concreta.
Entonces teníamos la escuela, la facultad y la Organización social: tres instituciones con realidades y necesidades diferentes trabajando juntas, conociéndose y enlazando sus horizontes. Nos dimos cuenta de que podíamos apostar a una planificación y a una coordinación con una perspectiva estratégico-social para que la práctica curricular dejara de ser una obligación académica y se transformase en una huerta de saberes colectivos, construyendo y analizando el proceso desde un punto de vista que entienda la comunicación como una disciplina indispensable para la articulación social. Así fue también que la posibilidad de tomar registro y sistematizar toda la experiencia nos implicó ordenar el conocimiento que se produjo en la práctica para reflexionar sobre él en relación a los métodos utilizados y los resultados obtenidos.


Algunas ideas: comunicación y edición

Para poder llevar adelante esta práctica curricular nos hicimos de ideas y aportes de comunicadores y comunicadoras populares, aquellos que entienden a la comunicación como un proceso. Con esta base vinculamos tres conceptos-idea en el ámbito de la intervención social: edición colectiva, sistematización y extensión y articulación social.
Nuestra intención fue trabajar sobre la forma en que se articulan diferentes actores sociales en vinculación con dos campos específicos de la comunicación: la producción de materiales de comunicación visual atendiendo al proceso editorial de las piezas.
En primer lugar nos planteamos la necesidad de pensar a la comunicación en su relación intrínseca con lo que hacemos como sujetos sociales, es decir, nuestras prácticas sociales. Washington Uranga propone utilizar el concepto de procesos comunicacionales que «se apoya sobre todo en las relaciones y en las interacciones entre los sujetos que son actores de la misma» (Uranga, 2005: 1). Pensamos la práctica curricular partiendo de una pregunta que nos resultó potenciadora: ¿cuál es el rol que asume el comunicador en los procesos sociales? En este sentido intentamos no asumir la postura de observadoras pacíficas de una realidad que nos excede, más bien quisimos comprometernos con el lugar político que ocupamos como partícipes protagonistas de las prácticas sociales. Uranga define al comunicador como:

"un facilitador del diálogo público en el espacio público, a modo de articular de saberes entre actores diversos y plurales. Esta definición acrecienta la responsabilidad ética del comunicador con la veracidad, pero también (...) [su] compromiso político con la sociedad en la que están insertos, con los actores que en ella se constituyen. Un compromiso político, entiéndase bien, que es aporte a la construcción del bien común" (Uranga, 2005: 4).

Partimos de este modo de entender los procesos comunicacionales para pensar a la producción colectiva de un material gráfico-editorial como un modo de intervención social que dispare la creación de conocimiento entre diversos actores. Nuestro interés se centró en desentrañar los momentos que dan forma a la producción gráfico-editorial de una pieza comunicacional (fanzine, postal, cuadernillo, etc) para aventurarnos en crear formas colectivas de pensar ese trayecto, es decir, el proceso de encarar las tareas de producción editorial. Si bien no podíamos conocer de antemano cuáles serían los resultados materiales de la práctica curricular, pensábamos que los encuentros-taller suponían la necesidad de trazar una estrategia visual y editorial que sería fruto de la discusión entre los participantes.


Edición colectiva

Entendíamos a la edición como momento de dar forma y hacer públicos unos saberes colectivos compartidos entre actores. Magda Polo Pujadas plantea que el concepto de edición implica dos dimensiones: por un lado el saber hacer técnico, social y educativo que conlleva conocimientos específicos; por otro el trabajo desde lo artístico, los criterios visuales y estéticos que hacen del producto un todo proporcionado y armónico.
De esta forma conocer y ¿por qué no?, inventar un proceso editorial a partir de la experimentación de un taller entre niñas, niños y jóvenes de la escuela y de la Universidad. El ejercicio tenía sentido si aceptábamos el presupuesto de la edición no como una mera receta conformada por pasos a seguir, sino como un trayecto que necesariamente se enriquece con la discusión de los actores y sus formas de entender y participar del proceso. Nuestra hipótesis de trabajo partió del proceso editorial como un práctica que alienta la elaboración de saberes colectivos, que motiva discusiones, que genera vínculos entre los participantes y que podía ser sistematizada para pensar la relación dinámica entre actores.



Sistematización

Con respecto al concepto de sistematización nos interesa especialmente una segunda acepción del término “para referirse a una determinada práctica o metodología orientada al acceso de fenómenos o experiencias sociales y a la producción o construcción de conocimiento” (Nirenberg, 2013: 294). La sistematización no solo se acota a la ordenación y análisis de datos, sino que se amplía en función de obtener conocimiento crítico de las experiencias, es decir aprender de nuestras prácticas.
Hacer foco en el proceso que implica la ejecución del taller de edición colectiva, y no exclusivamente en los resultados, nos permitió conocer mejor el entramado de relaciones que se dieron en este proyecto de articulación social que enlazan a diferentes actores sociales. “Al sistematizar, no sólo se presta atención a los acontecimientos, a su comportamiento y evolución, sino también a las interpretaciones que los sujetos tienen sobre ellos. Se crea así un espacio para que esas interpretaciones sean discutidas, compartidas y confrontadas”. (Nirenberg, 2013:298). Para el registro de la experiencia tomamos fotos y grabamos videos de todos los encuentro-taller, así también realizamos entrevistas a distintos participantes de la experiencia (los niños y las niñas, los y las estudiantes, los y las talleristas).


Articulación social y extensión

Las herramientas de sistematización fueron pensadas también en función de las concepciones de extensión y articulación social. Cuando hablamos de extensión nos referimos a una de las propiedades que hacen a la universidad, porque determina su relación con la sociedad. Vinculada necesariamente a la investigación y la enseñanza; la universidad tiene como objetivo crear conocimiento y relaciones sociales desde una perspectiva crítica. La extensión no es aplicar linealmente los conocimientos universitarios al contexto social, sino que en el trabajo extensionista debe tener lugar la pregunta. Por medio del diálogo con la comunidad han de articularse soluciones mejores, sin perder de vista que la función de la universidad es crear y democratizar conocimiento. Así los potenciales de la extensión están en el proceso, la participación y la búsqueda de soluciones conjuntas, no en traspaso de saberes como recetas.
Entendemos la extensión universitaria como articulación entre sectores sociales. Desde la perspectiva de Paulo Freire, la misma palabra extensión se asocia a transmisión, entrega, donación, mesianismo, invasión cultural, etc. De este modo plantea que el concepto de extensión no corresponde a un quehacer educativo liberador y solo tiene sentido si se toma a la educación como domesticación. Educar y educarse en la práctica de la libertad, dice el pensador brasileño, no es extender algo desde la «sede del saber» hasta la «sede de la ignorancia» para salvar con este saber a los que habitan en ella. Educar y educarse en la práctica de la libertad implica “comunicarse”. Por ello en nuestro proyecto decidimos llamar a la “extensión universitaria” como “articulación” y/o “comunicación universidad – campo popular”.





En movimiento

Con estas ideas como guías y muchas preguntas en nuestro haber transitamos cuatro encuentros-taller durante el 2017, que fueron llevados adelante en la Escuela “Gaspar Benavento”. La escuela y su comunidad nos recibieron con los brazos abiertos, listos para embarrarse de actividades y aportar activamente en lo que, entendemos, es un proceso real de encuentro con otros: encuentro que no deja de ser conflictivo, en el mejor de los sentidos del término. Optamos también por respetar en cada encuentro dos momentos: uno de presentación entre los participantes y otro de juegos colectivos ─recreo─ con dinámicas diferentes de acuerdo a lo que se había trabajado en el taller.
La división en grupos pequeños de participantes (cinco aproximadamente) permitió que cada grupo generara un lazo de confianza que facilitó el trabajo colectivo y lo potenció. Cada uno, desde su experiencia cotidiana, aportaba con preguntas y saberes a la resolución (o no) de la consigna de cada taller, discusión mediante. Queremos aprovechar este espacio para compartir unas palabras propias que nos regaló Emiliano Grünewald, estudiante de Comunicación social y uno de los participantes de los encuentros-taller:

“En ese espacio renové mis energías como muchos de nuestros compañeros, que al entrar en contacto y diálogo a través del juego y la creatividad pudimos tener los pies en la tierra y permitirnos ver qué hay un más allá de los textos y del discurso académico. Para preguntarnos por la sociedad, la educación, la comunicación tenemos que hacer uso de nuestro lenguaje y de nuestra relación genuina con nuestro entorno, para no quedar en el vacío de las abstracciones (...).
En esa puesta en práctica de saberes y experiencias adquiridas y ese dejarse sorprender por el ingenio y la creatividad de los niños tuvimos la posibilidad de enriquecernos, disfrutar, compartir, aprender. Fue certera la frase de uno de los chicos cuando se les preguntó qué le había parecido la experiencia: ‘todo aquí fue muy bueno, esto nos enriquece el alma’. Cuando se preguntó qué era lo malo que habían experimentado o si tenían críticas para hacer, uno de los chicos respondió: ‘Lo malo es que tenemos que esperar al año que viene para volvernos a encontrar y hacer esto’”.

Desde el comienzo de la práctica teníamos una idea que nos daba vueltas en la cabeza: queríamos que todos los actores conocieran el espacio de trabajo del otro. Por ello en mayo de este año compartimos una tarde con los alumnos y las alumnas (que ahora cursan el 6to grado de la escuela) en la casa de Barriletes. Fue muy gratificante para el grupo conocer la historia de la Asociación Civil y sobre todo la Biblioteca de Barri, ese lugar del que tantas veces hablábamos en los encuentros. Finalmente, ahora en junio estaremos compartiendo el último de los encuentros-taller en nuestra Facultad de Ciencias de la Educación junto a una de las cátedras de la carrera y de la mano de dos artistas locales amigos.


Des-aprendiendo

A lo largo de la realización de nuestra práctica pudimos ir conociéndonos mejor, generando discusiones que enriquecieron nuestra dinámica de trabajo junto a los y las estudiantes de la Universidad y a nuestros directores por el centro de prácticas: Mile y Lauti. Nos juntamos a planificar y evaluar lo que veníamos haciendo: entre mate y mate, afloraban otros temas que parecían no tener que ver con la práctica curricular en sí misma pero sí con la relación social y política que empezábamos a tejer: la Universidad pública, la realidad político-social latinoamericana, el ser jóvenes hoy, el cine, la música, los libros...
Lo más importante a trabajar fue la idea preconcebida que los estudiantes tenían acerca de su rol. En este sentido, hicimos un trabajo previo de discusión para aclarar que no serían facilitadores de la discusión sino participantes, en la misma medida que los alumnos de la escuela Benavento. Esto significaba que aportarían al espacio desde sus propios conocimientos, trayectos y experiencias. Ya metidas en el barro de los encuentros, pensamos que sobre este tema hay mucha tela para cortar: las instituciones educativas han calado tan hondo en nosotros que la posibilidad de desandar el vínculo docente-alumno se vuelve difícil, pero no imposible. Inventar otras formas de relacionarnos depende de nosotras y es una forma política de construir otro mundo posible.


Por ahora

Llegando al final de nuestra práctica y contemplando el desarrollo profesional (y nuestra vida en general) podemos decir que fortalecimos la capacidad de resolver situaciones en el momento e improvisar o modificar lo planificado si era necesario. Vivimos en la práctica y nos construimos como otro tipo de comunicadoras sociales: no por iluminadas, academicistas ni estudiosas, sino porque nos arriesgamos a estar construyendo con otros allí donde nos enseñaron a estar de otras maneras. Barriletes y la Escuela Benavento también se animaron.
Algunas cosas de las planificadas inicialmente en el proyecto fueron cambiando, desde los tiempos de encuentro hasta los contenidos. Siempre encontramos buena predisposición de los y las participantes para trabajar con las consignas, sugerir actividades, realizar las dinámicas de juego y prestarse a ser fotografiados. Estamos seguras de que una de las cuestiones que no se vieron modificadas fue la valoración del proceso de aprendizaje y la manera colectiva de trabajar.
Los productos comunicacionales elaborados durante la práctica fueron el resultado de la discusión, el intercambio y el encuentro de quienes participamos aportando nuestras experiencias y saberes.  Por eso, desde este lugar, queremos agradecer a todos y a todas.
La respuesta al cuándo nos recibimos sigue siendo una deuda pendiente (aunque va camino a saldarse), pero hoy podemos decir que sí tenemos certezas sobre el cómo: certezas que pueden resumirse en una frase de Paulo Freire “estudiar no es un acto de consumir ideas sino de crearlas y recrearlas” (Freire, 2012: 52).





Fuentes consultadas
FREIRE, P. (2012) Pedagogía de la indignación: cartas pedagógicas en un mundo revuelto. Buenos Aires, Argentina: Siglo Veintiuno editores.
URANGA, W. (2005). La comunicación es acción: comunicar desde y en las prácticas sociales . En www.washingtonuranga.com.ar
SARLO, B. y ALTAMIRANO, C. (1990). Conceptos de sociología literaria. Buenos Aires, Argentina: Centro Editor de América Latina.
FRASCARA, J. (2000). Diseño gráfico y comunicación. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Infinito.
ICONOCLASISTAS (2015). Manual de mapeo colectivo. Buenos Aires, Argentina: Tinta Limón.
NIRENBERG, O. (2013). Formulación y evaluación de intervenciones sociales: políticas - planes - programas - proyectos. Buenos Aires, Argentina: Noveduc.

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